Dos miradas

Apetito y bufet

Uno de los grandes misterios de la humanidad es descubrir el algoritmo que permite que los bufetes libres sean un negocio próspero y rentable

Triatleta expulsado

Triatleta expulsado / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Uno de los grandes misterios de la humanidad es descubrir el algoritmo que permite que los bufetes libres sean un negocio próspero y rentable. Llamémosle algoritmo o cálculo aproximado, la cuestión es saber cuál es el mecanismo que permite al dueño del establecimiento irse a la cama con la contabilidad en orden, con más ganancias que pérdidas. De entrada, la operación parece un ejercicio suicida: comer tanto como quieras por un precio estable y, la mayoría de veces, módico. Hay bufetes de alto nivel, como uno de Narbona, donde te puedes servir fua y ostras y langostas y huevos 'poché' y una variedad homérica de quesos, más de un centenar. Pero el procedimiento es el mismo, con la única diferencia de que la consumición tiene una tarifa un poco más elevada. La base es ofrecer la posibilidad de comer hasta decir basta. Me imagino que valoran que un ser humano, en condiciones normales, tiene un límite, y que ni el deseo de pecar de gula no nos lleva a una deglución sobrenatural. No hay tiempo, ni estómago ni salud que soporten tanta ingestión sin medida.

Por eso me ha interesado la historia del triatleta Jaroslav Bobrowski, expulsado de un bufet libre de Baviera por engullir más de 100 platos por menos de 16 euros. No le quieren volver a ver por ahí porque les desmonta la ecuación. Se equivocan. A mí me parece que deberían utilizarlo de reclamo publicitario. 'Come como él, pero quémalo como él, eso sí'.