Al contrataque

Política de 'collonades'

En Madrid se intenta hacer política real y aquí se hacen cosas que aunque algunos las quieran llamar sutilezas en la lengua catalana hay una palabra rotunda que las define mejor: 'collonades'

Antonio Franco

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Desde el Palau de la Generalitat se mantiene desesperadamente, aunque de forma cada vez más artificiosa, el lenguaje de la confrontación mientras en realidad se buscan -por necesidad- acercamientos. Temo que lo primero es una mala estrategia. Hay un nuevo ambiente general y buena parte de la ciudadanía está cansada de que desde ese lado únicamente se hagan gestos dialécticos y que sean únicamente para salvar la cara ante la franja mas integrista del soberanismo en vez de arriesgarse a dar pasos pragmáticos hacia adelante. Porque enfrente son perfectamente visibles los esfuerzos de Pedro Sánchez para desbloquear las cosas pese a que PP y Ciudadanos acechen con ganas de gritar "¡heterodoxia!", "¡concesión espuria!", ante cualquier distensión, aunque se ajuste a las leyes. Es decir, en Madrid se intenta hacer política real y aquí se hacen cosas que aunque algunos las quieran llamar sutilezas en la lengua catalana hay una palabra rotunda que las define mejor: 'collonades'.

Un 'procés' que se suicidó en buena medida por sus prisas ahora tampoco quiere esperar cuatro días más para que en Madrid se arregle el trasfondo imprescindible para resolver o mitigar las prisiones preventivas injustificadas. Palau concreta esa política de 'collonades' propinando, por ejemplo, pataditas en la espinilla del Rey. Las idas y venidas del 'president' Quim Torra sobre si plantarlo o no en la inauguración de los Juegos Mediterráneos por el discurso tras el 1 de octubre es una muestra de eso. Seré claro: la violencia de aquel día fue antidemocrática y el discurso de Felipe VI sin aludir a los heridos ha sido el peor error de su reinado. Pero en una situación dinámica no podemos ir pasando las otras páginas y quedarnos obsesionados solo por esta. No seré yo quien pida que se olvide todo aquello, pero el soberanismo no puede pedir a los demás que olvidemos lo que hizo en el Parlament el 28 y 29 de octubre cuando agredió solemnemente la Constitución, los sentimientos de más de media Catalunya y las reglas del juego democrático. No, no se trata de olvidar los problemas sino de superarlos.

Hay otras cosas serias que poco a poco tendrán que revisarse, como lo de mantener la pancarta que expresa desde el balcón de la Generalitat lo que siente una gran parte de los catalanes pero no todos. Asimismo deberían rebajarse la frecuencia e intensidad de las 'collonades'. Carles Puigdemont, cada vez menos presente en las vidas de mucha gente, tiene derecho a irse a vivir donde le convenga. Pero su abogado hace reír cuando explica que se ha ido de Berlín porque es un lugar demasiado conocido donde es sencillo increparle en la calle. Eso sería convincente si no hubiese ido a Hamburgo, que no tiene nada de pequeña aldea escondida de esas que nadie sabe ubicar en los mapas.