Al contrataque

Cuní vuelve del silencio

El regreso de Josep Cuní equilibra la oferta y eleva el nivel de calidad y credibilidad de la radio en catalán

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Antonio Franco

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El regreso de Josep Cuní a la primera línea de la información diaria en lengua catalana es una excelente noticia. Equilibra la oferta. Suma más profesionalidad, rigor y ética de servicio público a un sector que estaba decantado a favor de subjetividades derivadas tanto de las preferencias políticas personales de los conductores de los programas como de las líneas editoriales de las cadenas. Pero lo más importante es que eleva el nivel de calidad y credibilidad de la radio en catalán. Desde mi veteranía pienso que Joaquim Maria Puyal y Josep Cuní son los dos mejores comunicadores que he conocido de cuantos se expresan a través de un micro, aunque reconozco que también trasladaba oral y visualmente muy bien los mensajes sobre las cosas Manolo Vázquez Montalbán, que no se dedicaba profesionalmente a esto.

Mientras adaptan sus receptores de radio o teléfonos para fijar el acceso automático a la frecuencia del 103.5, el número mágico de esta aventura de Ràdio Barcelona/SER Catalunya, tienen la oportunidad de pensar en el calado de esta apuesta de Cuní tras una etapa de silencio involuntario. Es valiente bajar al ruedo catalán en que oficiaba demasiado sola la pareja Mònica Terribas y Jordi Basté.  Mediten asimismo sobre lo que significa este paso adelante normalizador del Grupo PRISA/El País, que intenta regresar al añorado espíritu fundacional que tenía en los años de la Transición. En aquella etapa ni 'El País' ni nadie podía confundir a los ciudadanos con los Ciudadanos -la letra mayúscula es decisiva- a la hora de defenderlos.  

Cuando tantos periodistas se han deslizado, queriéndolo o no, hacia la propaganda, muchas veces regalándose pero otras vendiéndose por la confortabilidad que proporciona la proximidad a los poderosos de cada situación, la credibilidad sigue convertida en el talón de Aquiles del mundo de la comunicación. Por eso hay tantas personas que sufren las consecuencias de la desinformación, por confusión o por recibir un exceso de cosas mal clasificadas, y que dejan de creer en los medios a marchas forzadas.

Con todo, mucha gente va aprendiendo poco a poco a relativizar lo que les dicen. También empiezan a diferenciar -o a considerar que en algunos casos lo que se les presenta como diferente son dos caras de la misma moneda- a los profesionales que se dirigen a ellos. Es lo que pasa, por ejemplo, con las complejas imágenes de Vicent Sanchis y Paco Marhuenda. Porque, al final, la credibilidad es lo que resulta decisivo. Para muchísimas personas no es lo mismo que les digan que un experto sostiene que la prisión preventiva de los políticos catalanes es excesiva e injusta, o que el delito en que incurrieron técnicamente no fue rebelión, si quien ha seleccionado valorarles como importante esa opinión es Josep Cuní o es otra persona. Son cosas que pasan.