Análisis

Qué poco dura la alegría en la Moncloa

La Gürtel ha descargado con la furia de un temporal sobre un país recién anegado por la 'tormenta Zaplana'

Francisco Correa declarando durante el juicio del caso Gurtell

Francisco Correa declarando durante el juicio del caso Gurtell / periodico

Antón Losada

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Como en la casa del pobre, las alegrías duran poco en el palacio de la Moncloa. No habían pasado ni 24 horas desde que el 'president' Torra tenía que frenar su nombramiento de 'consellers' y Mariano Rajoy conseguía en una tarde la triple proeza de aprobar los presupuestos, estabilizar la legislatura y recuperar el control del reloj electoral. Pero el Partido Popular recuerda a esos fugitivos de las películas implacablemente perseguidos por su pasado y no hay paz para los malvados. La Gürtel ha descargado con la furia de un temporal sobre un país recién anegado por la 'tormenta Zaplana'.

La sentencia tiene muchas cosas malas para el PP y solo una buena. Además de la 'reentré' mediática del interminable folletín de la 'corrupción popular', el fallo supone una renovación automática de la munición dialéctica de una oposición que llevaba semanas falta de puntería y había quedado desorientada tras la aprobación de las cuentas del 2018. Justo cuando la leyenda de la inmortalidad política de Rajoy crecía, sin que pudieran hacer mucho, la resolución de la Audiencia Nacional actualiza su arsenal y mejora su potencia de fuego; como ya ha avisado Albert Rivera.

La contundencia de los 351 años de cárcel impuestos, con mención especial a los 84 años que suman Francisco Correa y Luis Bárcenas, suponen una buena noticia para el sistema y una pésima novedad para los populares. La sentencia no deja lugar a dudas ni en su fundamentación ni en su redacción. Por mucho que las repitan, las tesis sobre los casos aislados de corrupción o la trama contra el PP han quedado desmentidas rotundamente en sede judicial. El texto sostiene literalmente que la trama conformaba “un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional” y la condena al PP a título lucrativo da la puntilla. Ya no podrán alegar que el PSOE es el único partido condenado judicialmente por corrupción. Los populares acaban de unirse a tan selecto club con todos los honores. 

El pacto de no agresión

Dicen los rumores que la dureza judicial pone en riesgo el pacto de no agresión entre Bárcenas y su expartido, especialmente si su esposa, Rosalía Iglesias, entra en prisión. Pinta mal, pero no pasará del susto. El extesorero ya sabía que era el hombre mejor pagado de la sede popular precisamente por si pasaba esto. Le ha costado pero ahora, además, parece haber asumido que hace demasiado frío fuera del PP, que sopla siberiano dentro de la cárcel y que ni el Gobierno puede parar las ruedas de la Justicia.

La sentencia solo trae una cosa buena para el PP: que ya ha sido dictada. No será la última pero si era la más espectacular. Aunque sea con sangre, el relato popular sobre la corrupción como algo del pasado, ya expuesto, condenado y pagado, cuadra por primera vez con los tiempos de la realidad. Cuando la corrupción asola una organización política el líder debe elegir entre limpiarla y romper al partido o proteger al partido y minimizar los daños. Rajoy escogió lo segundo. Hoy está más cerca de lograrlo.