Ventana de socorro

Coser y luchar

Vivimos días que nos devuelven la fe en la política y desde aquí invito al ministro Huerta, que es valenciano, a acompañarme para añadir con nuestras torpes manos de escritores alguna puntada a la labor vecinal de El Cabanyal

Aspecto de una de las calles del barrio del Cabanyal. A la izquierda, una reciente protesta de vecinos por los problemas de convivencia.

Aspecto de una de las calles del barrio del Cabanyal. A la izquierda, una reciente protesta de vecinos por los problemas de convivencia.

Ángeles González-Sinde

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El pasado sábado se celebró el Día Mundial de Tejer en Público. Ya saben, hay días para todo. Tejer en público es una tradición antigua. Muchos recordamos a las mujeres en sillas bajas de costurera, cosiendo en grupos a la puerta de casa. Lo de la silla baja será porque la postura protege a la espalda, pues coser es duro. Coser, tejer, bordar ha sido el modo de vida de miles de mujeres hasta hace alguna década, cuando se popularizó el 'prêt-à-porter' y nació la industria de la confección. Pero hasta entonces la ropa se hacía, se transformaba y se reparaba en casa.

Mis dos abuelas eran excelentes costureras, siempre las envidié, pero más este fin de semana cuando he sabido que en Valencia un grupo de vecinas de El Cabanyal bajo el nombre Craft Cabanyal bordan un texto firmado por mí en metros y metros de tela. En realidad, llevan haciéndolo varios años con la participación hasta hoy de 462 personas, porque el texto se las trae. Tiene 17 páginas. Llevan bordadas 12. A pesar de que soy guionista y novelista, no es ningún texto de ficción lo que bordan. Es la orden ministerial que firmé un 29 de diciembre del 2009: 6.681 palabras, 35.821 caracteres.

Posiblemente no vuelva a firmar nunca una obra tan importante. Mediante esa orden paralizamos el plan del Ayuntamiento de Valencia del PP que pretendía demoler el barrio de El Cabanyal para hacer una avenida. El barrio es popular, pero sus viviendas tienen un incontestable valor artístico: lo mejor de la azulejería y la cerámica valenciana están en sus fachadas, además de un característico diseño y el concepto urbanístico. La orden coronaba muchos años de lucha de los vecinos contra las excavadoras y la alcaldía. No fue ni mucho menos la solución definitiva. Hubo episodios muy tristes y frustrantes después y el barrio, aún ahora, está en proceso de recuperación.

Vivimos días que nos devuelven la fe en la política y desde aquí invito al ministro Huerta, que es valenciano, a acompañarme pronto para añadir con nuestras torpes manos de escritores alguna puntada a esa labor vecinal. La política sirve. La cultura también.