Mujeres al volante

Conducir la propia vida

Maribel ya lleva 18 meses como taxista y ha descubierto que le encanta, sobre todo trabajar de noche

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Ángeles González-Sinde

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Se llama Maribel. Su hija tiene 23 años. Hace 19 meses que se quedó viuda. Su marido perdió el empleo durante la crisis de modo que hipotecaron la casa y compraron un taxi. Lo que no calculaban es que a los tres años él enfermaría de un cáncer muy agresivo y moriría en pocos meses. En el notario, arreglando los papeles, Maribel quiso poner el taxi, lo único que tenían de valor, a nombre de su hija. El notario se lo desaconsejó: “La convertirás en empresaria. Un crédito a su nombre le dificultará muchísimo la vida laboral y fiscal y es solo una estudiante. Déjala que siga su rumbo. Quédate el taxi tú”.

Desde que se quedó embarazada, veinte años atrás, Maribel no había vuelto a trabajar, pero ahora ¿tenía otra alternativa? El crédito había que pagarlo o el banco las dejaría sin casa. El taxi siempre le había dado miedo. Cuando su marido lo conducía, especialmente si hacía noches, le llamaba cada veinte minutos: “¿Dónde estás? ¿A quién llevas? No me cuelgues, deja el teléfono conectado, así oigo lo que pasa”. ¿Sería capaz de ponerse al volante? Subió en el autobús para ir al médico. Desde la enfermedad de su marido tomaba antidepresivos. Allí sentada miró por la ventana. Coches, coches y más coches. Entonces recordó cuánto le gustaba conducir cuando, antes de la crisis, podían irse de vacaciones con la niña. Entró en la consulta con la decisión tomada. Le pidió al médico el certificado de salud que exige el ayuntamiento para el cursillo de taxista.

La noche es más tranquila

Ya lleva 18 meses al volante. Ha descubierto que le encanta. Trabaja 12 horas diarias con la sola excepción del día de descanso obligado. Le gusta sobre todo la noche. Para su sorpresa no le da miedo, ni la estresa. La noche es más tranquila, no hay atascos y la tarifa es más cara con lo que sale más a cuenta. No se siente insegura por ser una mujer y estar al volante sola. En este año y medio solo ha tenido un incidente: unos se bajaron sin pagar. Poca cosa. Ha descubierto el trato con los pasajeros, a la gente le gusta charlar y a ella escucharlos. Incluso le ha salido algún pretendiente. Maribel echa de menos a su marido, pero no la vida que tenía antes. Aunque sigue tomando la medicación para evitar los altibajos anímicos, se siente satisfecha. Pronto los dejará. Con esfuerzo, echando muchas horas (su hija le dice que se ha quedado sin padre y sin madre, ella le contesta que no sea quejica, que ya tiene 23 años y se concentre en sacar la oposición que está preparando), la deuda se va pagando y madre e hija pueden vivir.

Maribel no es la única mujer que llegó al taxi con la crisis o de la mano de su marido. Helga, taxista en Barcelona, también llegó por su pareja. Antes era secretaria, pero hace siete años él la convenció de que probara el taxi, el sueldo era más atractivo. Empezó con el taxi de él. A ella le tocó la noche, “para que espabiles”. Se veían fugazmente en el cambio de turno y el día a la semana que por ley el taxi tiene que parar. Tuvieron un niño, se separaron. Hoy tienen custodia compartida. Autónoma y dueña de su propio taxi, Helga tiene un crédito muy alto que pagar. Las horas que ella no explota el vehículo, tiene contratado un conductor. La semana que tiene al niño, le echa menos horas y llega a casa antes. Las otras semanas la jornada puede llegar hasta 16 horas si es necesario. Nunca ha tenido un incidente grave. Le preocupa más que la inseguridad la competencia desleal de los nuevos vehículos con conductor, aunque es optimista y confía en que la administración les ponga coto.

Libertad de horarios

El pasado 8 de marzo, la empresa MyTaxi publicó cifras del sector. En España solo el 5% de los taxis los conducen mujeres y ha sido en la última década cuando el número se ha duplicado. En Barcelona, de 13.097 taxistas, solo 741 son féminas. Es frecuente que también sus parejas trabajen el taxi, o, como en el caso de mi amiga Chusa, sean hijas de taxista. La libertad de horarios es uno de los aspectos que más valoran. La posibilidad de conciliar, organizarte como quieras sin rendir cuentas a nadie también. Otra ventaja es que no hay brecha salarial, las tarifas las marca el taxímetro, seas hombre o mujer.

La leonesa Piedad Álvarez
se sacó la primera licencia de taxi en España en 1932 y se hizo tan popular que la entrevistaban y fotografiaban en la prensa

Sin embargo, como en tantas otras cuestiones, las mujeres de la República ya nos adelantaron y fue en 1932 cuando Piedad Álvarez Rubio, una joven leonesa, se sacó la primera licencia de taxista. Había estudiado para maestra, pero su madre tenía un garaje, su hermano era taxista, y ella se puso a conducir para ayudar en el negocio familiar. Se casó con otro taxista y se hizo tan popular que la entrevistaban y fotografiaban en la prensa. A pesar de ello, no fueron muchas las mujeres que la imitaron y hasta mediados de los años 60 no volvieron a surgir otras taxistas. Trabajó hasta 1974 cuando se jubiló al volante de un 'seiscientos' impoluto. Conducir un taxi parece que es para estas mujeres, conducir la propia vida.