Los referentes intelectuales del 'president'
Quim Torra y los años 30
Nada hay como conocer el debate de ideas que agitó la época republicana para navegar con acierto y perspicacia por la Catalunya actual
Andreu Claret
Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO
Periodista y escritor. Miembro del Comité editorial de EL PERIÓDICO
Andreu Claret
Por lo que revela la hemeroteca, Quim Torra ha buscado en los años 30 sus principales fuentes de inspiración intelectual. Màrius Torres, Domènec de Bellmunt, Xammar, Josep Maria Planes, Just Cabot o Joan Sales son algunos de los autores que ha leído y publicado. Aunque los leyera y publicara cuando nadie, ni él mismo, podía vaticinar el cargo que le esperaba, lo cierto es que esta incursión en nuestra historia podía haberle proporcionado una excelente brújula para su nueva e insospechada responsabilidad.
Nada hay como conocer el debate de ideas que agitó aquellos años para navegar con acierto y perspicacia por la Catalunya actual, porque nunca estuvimos tan cerca del cielo y del infierno como entonces. Nunca los sueños y las frustraciones de la sociedad catalana fueron mayores que durante los años frenéticos que van del advenimiento de la república a su erradicación por parte de Franco. De tal modo que saber cómo se frustraron aquellos sueños debiera ser un antídoto para evitar que la historia se vuelva a torcer.
La personalidad paradójica de Companys
No estoy seguro de que Torra haya leído todo lo que dio de sí aquella década prodigiosa. No es una crítica, porque nos ocurre a todos. Leemos con más entusiasmo a quienes refuerzan nuestras convicciones que a quienes las ponen en duda. Y cuando nos tropezamos con un autor que nos sacude las ideas establecidas, solemos dejar el libro en la mesita de noche, no fuera que cuestionara nuestras convicciones. Es lo que le ha pasado a Quim Torra con Amadeu Hurtado, uno de los políticos y escritores más sugerentes de aquellos años, junto a Xammar. Uno de los que más conviene leer, no solo para comprender la personalidad paradójica de Lluís Companys, sino para hacerse cargo de lo que se le venia encima a Catalunya.
Leemos con más entusiasmo a quienes refuerzan nuestras convicciones que a quienes las ponen en duda
Cruzando el nombre de Torra con el de Hurtado en Google me ha salido un artículo, publicado el 1 de enero del 2007. Para un apasionado tan prolijo de aquellos años no es mucho. Pero suficiente para ver el sesgo con el que se acerca a los autores de la república. Dice de Hurtado, en el mencionado artículo, que es "hombre de buscar soluciones, que consideraba el ejercicio político solo una manera instrumental y pragmática de construir y avanzar". O sea, un político sensato en una época marcada por la insensatez. Esta es la conclusión positiva que sacaría cualquiera. Y puede que la sacara ahora, si volviera a leerlo en una de estas noches de insomnio que todos los presidentes padecen en la Casa dels Canonges.
No fue así hace una década. Cuando empezaba la llamada a ocupar trincheras, Torra despachó los titubeos políticos de Hurtado con un "no quiso involucrarse", una actitud que atribuye, lean bien, al hecho de que "la política catalana exigía y exige una voluntad de destrucción y un dogmatismo de hierro, sentimientos por los cuales (Hurtado) tenia una repugnancia profunda".
Amadeu Hurtado es conocido por el dietario que escribió entre mayo y setiembre de 1934. Un cuaderno que no tiene desperdicio y que constituye un relato sutilísimo de lo que ocurrió mientras él defendía ante el Tribunal de Garantías Constitucionales una ley aprobada por el Parlamento catalán que el Gobierno de la República había recurrido. ¿Les suena? En él, aboga por el entendimiento entre lo que hoy llamaríamos Barcelona y Madrid, porque "una sentencia desfavorable nos partiría por la mitad (…) y el viejo espíritu protestatario de Catalunya adoptaría formas sentimentales que nos arrastrarían a todos". ¿Parece escrito hoy, verdad?
El dietario de Amadeu Hurtado
Tras intentar convencer a Companys de la necesidad del pacto y no conseguirlo, concluye, escéptico, que "Catalunya no ha producido ni puede producir, por ahora, ningún tipo de político que no sea el agitador". Implacable, pero útil, si queremos comprender los errores que cometieron muchos frente a la subida del fascismo. El dietario de Hurtado constituye un retrato de algunos políticos y de la sociedad catalana de aquellos tiempos. ‘Los que han acudido hoy delante del Parlamento (escribe el 12 de junio de 1934) han pasado una tarde estupenda. Han proclamado la República catalana, han declarado la guerra a la República española, la han ganado, han pactado la paz y han dejado las cosas como antes’. Demoledor.
Seria bueno que Torra, en su nueva condición, volviera a leerlo. No se trata de rasgarse las vestiduras, sino de aprender de la historia. La ventaja de Amadeu Hurtado sobre los demás autores es que se trata de un ‘insider’. Alguien que vivió desde dentro el conflicto entre Catalunya y los Gobiernos del bienio negro. El tipo de experiencia que puede ser útil para un presidente de la Generalitat.
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