El tablero político catalán

Referencias soberanistas

Por encima de la legitimidad de los elegidos el 21 de diciembre sobrevuela otra de naturaleza extrajurídica

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Albert Garrido

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Hay en el hilo argumental del 'establishment' independentista fuentes de inspiración que nunca se citan, pero que ahí están como herramientas políticas que lo mismo valen para un roto que para un descosido. Pasan inadvertidas, pero se pueden identificar y permiten establecer comparaciones, no odiosas en este caso, sino esclarecedoras; se trata de referencias de origen diverso, surgidas de combates con resultados no siempre ejemplares. Veamos.

Duplicidades venezolanas. Es esa una aportación genuinamente bolivariano-chavista-madurista en plena fractura o disenso social: si los electores no secundan la prédica oficial, el sistema pone en marcha nuevos aparatos de poder que neutralizan el error cometido por los electores, por la oposición o por una conjunción de ambos. Así, por ejemplo, si el control de las grandes ciudades pasa a manos de los adversarios del presidente y sus afectos, se crea un departamento en el Gobierno encargado de supervisar las instituciones municipales y neutralizarlas. Así también, si de nuevo los electores y la oposición incomodan con una amplia mayoría en el Parlamento, nace una Asamblea Constituyente que nada constituye, pero que tiene la misión de suplantar de facto las competencias parlamentarias en manos de los adversarios del andamio levantado por Hugo Chávez.

El procedimiento es escasamente democrático, por no decir que no lo es en absoluto, pero tiene imitadores. La asamblea de cargos electos que promueven el 'president' Quim Torra y su entorno, ajena por completo a la planta institucional establecida por las leyes, recuerda tanto a un ente pensado para neutralizar a otro plural y diverso, con presencia de la oposición, el Parlament, que el ajetreo venezolano parece iluminar algunas mentes pensantes soberanistas. Claro que esa duplicidad, con una asamblea plural y otra monocolor, de un solo registro, tiende a agravar la división política y a exacerbar las enemistades peligrosas (así están las cosas en… Venezuela).

El control del guía espiritual

El factor iraní. La teocracia de los ayatolás descansa sobre la figura del guía espiritual –ahora, Alí Jamenei; antes, Ruhollah Jomeini–, situada por encima de las demás instituciones, ajeno a cualquier mecanismo de control y arropado por el Consejo de los Guardianes. Ninguna decisión puede contravenir el criterio de quien a la vez es líder político y religioso, tutela el funcionamiento de todas las instancias de poder y legitima sus decisiones. Nada escapa al control del guía espiritual y nadie puede poner en duda su autoridad; todo emana de él y todo remite a él, figura sustitutoria del imán oculto (mahdi) hasta el día de su regreso redentor.

La tutela del
huidizo Puigdemont
reúne bastantes de los rasgos de un poder laico y a la vez santificado o de naturaleza esencial

La tutela del huidizo Carles Puigdemont reúne bastantes de los rasgos de un poder laico y a la vez santificado o de naturaleza esencial. Por encima de la legitimidad de los elegidos el 21 de diciembre sobrevuela otra de naturaleza extrajurídica, indiscutible e indiscutida que otorga al presente una situación de provisionalidad o precariedad, cuya superación solo es posible mediante la restitución al frente de la comunidad del auténtico titular de la plaza o líder predestinado (así están las cosas en… Irán).

El espejo israelí. Larga es la experiencia de los gobiernos israelís en el propósito de imposibilitar una resolución no abrupta del conflicto con la comunidad palestina. Con la inestimable ayuda de Estados Unidos –hoy más inestimable que nunca–, se han sucedido los equipos decididos a incumplir las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el derecho internacional. La técnica de los hechos consumados guía sus pasos y ninguna reflexión o cálculo prudente induce a la contención a los gobernantes envueltos en la bandera, jaleados por diferentes formas de fundamentalismo nacionalista y esencialismo religioso. La presunta superioridad moral de su empresa por encima de cualquier otra los hace sentirse liberados o dispensados de otras enojosas consideraciones.

Versión mágica de la historia

Algo de todo esto adorna la conducta de quienes aquí y ahora creen que, en efecto, su causa se sustenta en componentes éticos, máximas y eslóganes situados por encima de ley, de todas las leyes, incluidas las propias. Persuadidos de que su causa es la única justa –'Catalonia first', diría Donald Trump–, cualquier otra les parece bajo sospecha, defendida por sospechosos habituales. Eso otorga una gran ventaja política a los divulgadores de una versión mágica de la historia, mesiánica si se quiere, donde la voz de los profetas fija el rumbo y desfigura la realidad a pie de calle (así están las cosa en… Israel).

¿Cómo están aquí las cosas?