Pequeño observatorio

Las cartas no hablan a gritos

En la televisión se ven algunos programas de debates donde los participantes deben hablar gritando

Antonio García Ferreras, en 'Al rojo vivo: objetivo La Moncloa'

Antonio García Ferreras, en 'Al rojo vivo: objetivo La Moncloa' / periodico

Josep Maria Espinàs

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Diría que la tertulia es un arte en decadencia si lo comparamos, pienso, con otros tiempos. Hay tertulias que han hecho historia porque, como en el caso de Barcelona, sus protagonistas eran personajes importantes de la cultura y la sociedad. El hecho se repetía en algunas poblaciones relativamente destacadas en el número de habitantes. Cuando yo pasaba unos días de verano en Sant Just Desvern -era muy joven- veía las diversas actividades que se hacían en el Ateneu. Pero no intervine nunca en las habituales tertulias que se hacían alrededor de unas tazas de café.

Las tertulias me merecen mucho respeto, y no vale incorporarse por el gusto de participar con la coartada de que un pariente o un amigo ya forma parte de ella. La condición de tertuliano es personal e intransferible.

Si no me equivoco, los británicos son muy exigentes en el uso de las palabras y de los gestos. Es indiscutible que el rigor se ha suavizado en muchos casos, pero yo he vivido en Londres pequeños ejemplos de rigor formal.

Cuando nos reunimos los amigos supervivientes de la Peña del August -que el paso del tiempo ha hecho antigua- procuramos respetar lo que se llama el uso de la palabra. No somos tan rigurosos como los jurados valencianos -"calle vostè, parle vostè " (calle usted, hable usted)- pero las interrupciones no son muy bien vistas.

Tenemos un mal ejemplo diario. En la televisión se proyectan algunos programas de debates donde los participantes deben hablar gritando, en una competencia general. La conductora del programa intenta que sus palabras tranquilas lleguen a los participantes. Todos sabemos que si algo entristece, en este mundo, son los esfuerzos inútiles.

En el casino de Sant Just no se gritaba. Cada uno aceptaba la carta que le había tocado. Las cartas educaban contra la violencia en la adversidad.