LA CLAVE
Desescalar el conflicto
Con solo 85 diputados, no cabe exigir a Sánchez soluciones mágicas para Catalunya. Sí un enfoque distinto del conflicto que, con la ayuda del independentismo, permita aminorar la tensión
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
Contra lo pregonado por sus hoy desolados detractores, Pedro Sánchez ha demostrado reunir tres requisitos muy convenientes en un líder político: instinto, paciencia y audacia. Primero supo morir para luego renacer; y ahora ha sabido resistir el ostracismo a la espera de que llegara su momento. Dar jaque mate al zorro Mariano Rajoy en una semana Mariano Rajoy es una gesta al alcance de pocos.
Deberá guardarse el presidente Sánchez tanto de los aduladores conversos como de la dictadura de las expectativas. 85 diputados de 350 dan para lo que dan, desde luego no para erradicar en un año las desigualdades sociales ni para refundar el capitalismo.
Que nadie espere, tampoco, soluciones mágicas ni inmediatas para Catalunya; bastaría con que el nuevo Gobierno afrontara el conflicto con otro enfoque, consistente con el que el líder del PSOE postuló en la oposición antes de que los errores del independentismo lo abocaran a avalar la aplicación del artículo 155 de la Constitución. El inmovilismo y la judicialización, santo y seña del marianismo, se han revelado estériles. Hasta el punto de que su fracaso, sellado por las urnas el 21-D, espoleó en las encuestas a Albert Rivera y aceleró la defenestración de Rajoy.
LAS REGLAS DEL JUEGO
La aproximación correcta es la búsqueda de espacios de encuentro con el soberanismo, sin exigirle a este la renuncia a sus objetivos ni abdicar el Estado de sus obligaciones constitucionales. La mera apertura de un diálogo bilateral, honesto y sin dobleces, ya ayudaría a desescalar el conflicto y a aminorar la tensión, aunque sin duda disparará las pulsaciones de la vieja derecha herida y de la nueva, enrabietada.
En su bautismo en el Congreso, Sánchez fijó con precisión las reglas del juego, que ERC y PDECat aceptaron con su voto. Y el propio 'president' Quim Torra parece apuntarse al pragmatismo al nombrar al fin un Govern viable y anteponer el diálogo -"que la política vuelva a la política"- a la consecución de una república que, como él mismo admite, muchos catalanes no desean o no ven viable. Desescalar, desescalar y desescalar.
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