LA CLAVE

Recuperar el respeto

Las cartas cruzadas entre Sardà y Junqueras marcan el espíritu de reconciliación que debería presidir la política catalana tras el 21-D

Xavier Sardà

Xavier Sardà / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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Lo peor que le ha sucedido a la sociedad catalana en los últimos años no es que los representantes de medio país hayan pretendido imponer su proyecto político a los del otro medio. Tampoco el intento de desafíar las leyes despreciando a las minorías. Ni siquiera la fuga de empresas y de ahorros, siendo muy lesiva para la economía. Lo más grave que ha pasado en Catalunya, que nos ha pasado a todos en mayor o menor medida, es que hemos dejado de mirarnos a los ojos.

Bajo la asfixiante presión del independentismo político y mediático, la ciudadanía se ha sentido impelida a tomar partido en favor o en contra de una causa que, en muchas ocasiones, no era la suya. Unos políticos se han arrogado en exclusiva la condición de demócratas y han caricaturizado como "súbditos" a los discrepantes,  mientras sus adversarios los tachaban de "golpistas". Se ha convencido a muchos de que las urnas, y no los votos, eran la quintaesencia de la democracia, confundiendo continente y contenido. 

La política de las pasiones, que no entiende de razones, ha menospreciado el valor de la convivencia al dividir a la sociedad en dos bloques en apariencia irreconciliables. Digámoslo claro: todos, en un momento u otro, nos hemos faltado al respeto. Es hora de reconocerlo y enmendar nuestros errores.

Tanto la misiva que Xavier SardàXavier Sardà envió a Oriol Junqueras a la cárcel de Estremera como la respuesta del exvicepresidente simbolizan el espíritu de reconciliación que debería imperar en Catalunya tras las elecciones del 21-D, sea cual sea el resultado. Desde la discrepancia y el afecto, demostrando que ambos sentimientos son compatibles, Sardà y Junqueras se hablan de solidaridad, de convivencia, de respeto, de restañar heridas... 

ARRIADA DE BANDERAS

Es preciso que, más allá de la comprensible refriega partidista, el debate electoral abandone la lógica frentista para alimentar el discurso de la reconciliación social. Que el 'procés' deje de ser tabú en algunas mesas familiares. Que se arríen las banderas de los balcones. Que todos podamos exponer y defender nuestras ideas sin temor a que quienes no las comparten nos amenacen o condenen al ostracismo.