LA CLAVE

El otro choque de trenes

Mientras Puigdemont coquetea con las elecciones y se aferra a la república que no fue, ERC asume el riesgo de renunciar al unilateralismo

Elsa Artadi y Carles Puigdemont

Elsa Artadi y Carles Puigdemont / AFP / ODD ANDERSEN

ENIC HERNÀNDEZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Al Parlament solo le quedan dos semanas para investir 'president' y sortear así el bochorno de repetir las elecciones, hipótesis esta última que a un sector del independentismo parece no inquietar. Esta semana la nueva presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) ha consultado a los afiliados si prefieren una investidura remota de Carles Puigdemont o, ante "las presiones del Estado español", elegir a otro candidato que forme Govern. Por si el enunciado no era lo bastante elocuente, el jueves Elisenda Paluzie visitó en Berlín al 'expresident' y ambos convinieron que la prioridad es "hacer efectiva la República". Lógicamente, las bases han apoyado masivamente la inviable candidatura de Puigdemont, pese a recelar de un regreso a las urnas. 

En el pulso que libra con ERC, el capidisminuido PDECat y sus correligionarios presos, que claman por la formación de Govern, Puigdemont rumia cómo evitar que el curso de la historia eclipse su figura: o bien promover una presidencia vicaria bajo una máscara de interinidad, a riesgo de que esta cobre vida propia; o bien prorrogar su aureola de 'president' legítimo forzando la repetición electoral.

Tal es su hiperliderazgo, y tan ostentoso el empeño en exhibirlo, que Junts per Catalunya ha anunciado en Berlín que intentará investirlo de nuevo, en franca ilegalidad, antes del 14 de mayo. En paralelo, en el frente doméstico los fieles a Puigdemont conspiran para derrocar a la díscola Marta Pascal al frente del PDECat. El espíritu del 'expresident' sobrevoló el jueves la cena celebrada en Rubí por los perdedores del congreso fundacional del partido.

Rumbo de colisión

Las hojas de ruta de JxCat y ERC, lejos de converger, tienden a colisionar. La primera se aferra a la república que no fue para no reconocer ante su electorado que nunca pudo ser. La segunda, en la audaz ponencia que debatirá en su convención nacional, abjura del unilateralismo, apuesta por un diálogo multilateral con el Estado y asume que el independentismo carece de mayoría social para imponer su proyecto. Tanto si hay elecciones como si llegasen a gobernar juntos, el choque de trenes está asegurado.