LA CLAVE
¡Maldita Europa!
Desairados por el apoyo de la UE a España, los independentistas catalanes empiezan a deslizarse por una peligrosa pendiente antieuropeísta
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Al inicio de su tocata y fuga, Carles Puigdemont precisó que no se refugiaba en Bruselas para evadirse de la justicia española ni para desestabilizar la política belga, sino para que la UE prestase atención a la causa catalana. Una semana después, el defenestrado 'president' y sus 'exconsellers' pleitean en neerlandés contra su extradición a España, el frágil Gobierno belga se tambalea por la presión del nacionalismo flamenco y las puertas de las instituciones comunitarias siguen cerradas para la delegación catalana.
Puigdemont ha concertado en Bruselas tantos encuentros diplomáticos como reconocimientos internacionales obtuvo la "república catalana": ninguno. En su empeño de "internacionalizar el conflicto" ha logrado mucha atención mediática, pero las cancillerías le dan la espalda. De ahí que, entrevistado en Catalunya Ràdio, el 'expresident' denuncie que la UE "no puede tener un Govern en la cárcel o el exilio" y condene la "indiferencia" de una "élite" que "obedece a los estados" y mina "los valores fundacionales de Europa".
Con similar vehemencia, la 'exconsellera' Clara Ponsatí ha repudiado la "tolerancia" europea ante el regreso de España a la "tradición autoritaria": "Con el franquismo, cuando llegabas a Perpingan estabas seguro; ahora ya no." ¿Con Franco vivíamos mejor?
VETO EN LA EUROCÁMARA
La visita a Bruselas de 200 alcaldes independentistas independentistas, varas en alto, ilustra gráficamente el vacío diplomático que padece su causa. El Parlamento europeo les ha denegado un sala para reunirse con Puigdemont alegando que en suelo comunitario este quedaría fuera del control policial dictado por el juez. ¿La respuesta de los munícipes? Clamar por la liberación de los políticos presos ante la sede de la Comisión, en lo que se asemejaba más a una protesta antieuropea que a una petición de auxilio.
Si en cinco años de 'procés' y con la Generalitat en sus manos el independentismo no ha tejido ni una sola complicidad internacional, difícilmente lo hará una vez desempoderado por violar las leyes de un socio comunitario. Aún menos si se sigue deslizando por la misma y peligrosa pendiente antieuropeísta que el nacionalismo flamenco.
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