LA CLAVE
Los errores del 20-S
El registro de Economia y la protesta anunciaban que el Estado y la masa independentista estaban dispuestos a plantarse cara, preludio del fatal desenlace del 1-O
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
El 20 de septiembre, frente al Departament d'Economia, se escenificó el pulso que aún hoy mantiene a Catalunya empantanada. Fue el primer enfrentamiento abierto, sin intermediarios, entre la masa independentista y el Estado, preludio de los graves hechos acaecidos el 1-O en los colegios electorales.
Hasta el 20-S el independentismo solo se había manifestado para reivindicar su causa, en convocatorias pacíficas que físicamente no iban contra nadie. Pero la protesta multitudinaria frente a la sede de Economia, convocada por la ANC y Òmnium a través de la Crida per la Democràcia, iba un paso más allá: anunciaba a las autoridades del Estado que una parte de la ciudadanía catalana estaba dispuesta a plantarles cara.
La justicia se había limitado hasta entonces a investigar a los promotores del 1-O, a través del juzgado número 13 de Barcelona, y a amonestar a los políticos que desobedecían uno tras otro los requerimientos del Tribunal Constitucional. Pero el registro judicial de dependencias de la Generalitat y la detención (temporal) de algunos altos cargos por la Guardia Civil constituían un salto cualitativo: la respuesta punitiva a los organizadores del referéndum ilegal dejaba de ser una mera amenaza disuasoria.
El episodio agravó además el enfrentamiento larvado de los Mossos con la Guardia Civil, la PolicíaMossosGuardia CivilPolicía y la judicatura, lo que, con vistas al 1-O, presagiaba un fatal desenlace. Solo 24 horas más tarde, Interior anunciaba el envío a Catalunya de más de 6.000 agentes, los célebres 'piolines'.
UN DESAFÍO INSOSTENIBLE
Se puede concluir, pues, que todo lo acontecido hace un año fue un grave error. La Guardia Civil debería haber informado a los Mossos con antelación y coordinado con ellos un operativo de seguridad ante la 'conselleria', el registro tendría que haber sido breve y los arrestos, menos ostentosos.
La equivocación del soberanismo civil el 20-S fue alentar una concentración que no podría controlar y lanzar un desafío al Estado que, como el propio Govern, no estaba en condiciones de sostener. Lo que para nada justifica las prisiones preventivas ni la hipérbole de la rebelión.
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