LA CLAVE
Capitulación a plazos
El independentismo, bajo presión judicial, ensaya el discurso del arrepentimiento. Es tenue la frontera entre la audacia y la inconsciencia
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Se discrepe o se comulgue con sus ideas o sus obras, resulta éticamente ineludible solidarizarse con los líderes independentistas preventivamente encarcelados por el 1-O. En tanto la justicia no determine mediante sentencia firme qué pena merecen los pasos que dieron en la irresponsable senda de la ruptura unilateral, la justicia debería ahorrarles una medida cautelar tan gravosa como la prisión.
Ciertamente, los políticos y activistas que izaron la bandera de la desobediencia estaban obligados a saber a qué se exponían, pero una cosa es juzgarlos por sus actos, con todas las garantías procesales, y otra imponerles un correctivo anticipado tan severo. Es obvio que el Estado en su conjunto, y no solo el Gobierno del PP, ha optado por dar escarmiento a quienes maniobraron para dinamitar su integridad. Propósito ejemplarizante que más que al pasado mira al futuro: que en adelante el independentismo catalán, o cualquier otro '-ismo' que cuestione el orden constitucional, sepa que traspasar ciertos límites no le saldrá gratis.
LAS CAPITULACIONES
Este contexto explica el alud de rectificaciones y renuncias al que estamos asistiendo, una verdadera capitulación a plazos del soberanismo. Dejan la política los imputados Carles Mundó y Artur Mas, este último asumiendo que media Catalunya no puede imponerse a la otra media. Y Carme Forcadell, en libertad bajo fianza, renuncia a la presidencia del Parlament, consciente de que reincidir en el pulso al Estado la llevaría a prisión. Actitudes, todas ellas, humanamente comprensibles, pero que revelan cuán tenue es la frontera que separa la audacia de la inconsciencia.
Ante el Supremo, también Jordi Sànchez (ANC), Jordi Cuixart (Òmnium) y el 'exconseller' Joaquim Forn han ensayado el discurso del arrepentimiento: abjuran de la vía unilateral, niegan valor alguno al 1-O -otrora quintaesencia de la democracia-- y asumen que el único referéndum válido será el que convoque el Estado. Ojalá les acabe sirviendo para recobrar la libertad. Y, también, para convencer a los que, guiados por ellos, se enfrentaron a la policía para defender las urnas como si no hubiera un mañana.
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