Los montajes
Es vergonzoso que haya tantos políticos con ganas de enfangar al poder judicial para que no se hable de los asuntos de fondo
Cristina Pardo
Periodista
CRISTINA PARDO
Artur Mas dice que la última operación contra la presunta financiación ilegal de CDC es "un montaje de la fiscalía". La última, la penúltima, la anterior... Todas, en definitiva. Sostiene el 'expresident' de la Generalitat que las Fuerzas de Seguridad del Estado siempre actúan coincidiendo con algún momento clave del proceso hacia la independencia. A la misma hora, el vicesecretario de comunicación del PP, Pablo Casado, hablaba de la investigación judicial abierta por corrupción contra el presidente de Murcia y explicaba que, en su opinión, detrás de la denuncia hay "una intencionalidad política". En este caso, no de la fiscalía, sino de la oposición. Pero es que a la misma hora, el ministro del Interior rebatía las críticas de los independentistas alegando que la operación en Catalunya respondía única y exclusivamente a un impulso judicial, no político. ¿Por qué ese cuento no se lo aplica también el PP? ¿Quieren decirnos que si el afectado es uno mismo es un montaje y si el afectado es el otro es simple y llanamente un escándalo de corrupción? Sí, parece que es exactamente eso. Porque nuestra historia política reciente está plagada de coces a jueces y fiscales en función del color del aludido.
Para Mas, cualquier sombra de duda sobre las finanzas de su partido se convierte automáticamente en un ataque a los catalanes. Para el PP, la 'trama Gürtel' fue inicialmente "un montaje de la policía de [Alfredo Pérez] Rubalcaba". Así la definió Federico Trillo. El PP también llegó a llamar "pijo ácrata" a un juez de la Audiencia Nacional y a otro le acusó de tener "nublado el juicio". El PSOE, en plena investigación de los ERES de Andalucía, intentó desprestigiar a la jueza diciendo que era amiga de uno del PP, que sus decisiones eran "raras" o que estaba "en plena campaña electoral". Y recuerdo también a algún dirigente de Podemos haciendo aspavientos frente a la denominada "máquina del fango".
Es profundamente desagradable la mera sospecha de que vivimos en un país en el que fiscales, jueces, policías y guardias civiles se prestan a actuar en función de intereses políticos. Si es así, tal y como denuncia la clase política, que actúen, que se pongan de acuerdo de una puñetera vez para garantizar su independencia. Y si no, que no se quejen cuando van contra los propios y aplaudan cuando van contra los otros. Esa actitud es irresponsable. Por otro lado, es francamente vergonzoso que haya tantos políticos con ganas de enfangar al poder judicial, de extender su desprestigio, únicamente con la intención de que no se hable del fondo del asunto. Está en manos de todas estas personas cambiar las cosas. Lo que pasa es que no les interesa. Recordemos que el exsenador Santi Vidal admitía en sus famosas conferencias que saben perfectamente con qué jueces podrán contar en la Catalunya independiente.
En resumen: yo no creo en las casualidades. Es una pena, pero es así. Tampoco creo en los políticos sin doble rasero. Y es que, tantos años después, creo que no conozco a ninguno.
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