IDEAS

La inteligencia y la cultura

Donald Trump blande una biblia que había pertenecido a su madre en un discurso el pasado septiembre.

Donald Trump blande una biblia que había pertenecido a su madre en un discurso el pasado septiembre. / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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Ojalá tuvieran razón los estudiosos de la mente que establecen una relación proporcional entre la inteligencia y la lectura. Observado a ojo pero con escaso riesgo de error: para que Ken Follet, Ruiz Zafón y toda la pandilla no caigan a los pies del lector, mejor que este no pase del 90 en un 'quiz'. En cambio, si no se llega al 130 es imposible seguir las fertilísimas e interminables circunvoluciones de la frase proustiana.

En efecto, hay relación entre inteligencia y capacidad de comprensión. La lectura, si requiere esfuerzo, y por lo tanto nuevas conexiones neurales, ayuda a muscular la inteligencia, pero por desgracia y por mucho que te apliques nunca la va a ensanchar mucho más allá de los límites naturales de cada cual.

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Aunque duela a los lectores de esta sección, no es preciso haber leído algo ni tener idea de nada, ni siquiera la más mínima sensibilidad artística, para ser muy inteligente. Si alguien cree que el analfabetismo no puede cohabitar con el ser superdotado, y con resultados mayúsculos, que se fije en Donald Trump, y en los pequeños 'trumps' que haya podido conocer.

El debate entre los antiguos y los modernos atraviesa media historia de Europa, y aprovechamos para recomendar a los alfabetizados la pequeña maravilla que Jonathan Swift dedicó a la batalla imaginaria entre los libros antiguos y los modernos. El tópico de los enanos que ven más lejos porque van a hombros de los gigantes de la antigüedad fascinaba a todos, y más aún al más alto, Newton, quien por cierto creía en asuntos tan esotéricos que harían sonrojar a cualquier científico de nuestro tiempo que no estuviera loco de atar.

La inteligencia transmisible surge de la cultura y en ella habita, cierto. ¿Satisfechos? Para nada. Como ningún gigante antiguo habría sospechado, la cultura ha pasado de señora a autónoma y de autónoma a chacha del poder..., que se encuentra más que nunca en manos de los más inteligentes, autoseleccionados entre los más incultos.