Pequeño observatorio

Un arte literario y vital

Los grandes éxitos creativos no son siempre programables

Estanterías de la librería Calders de Barcelona.

Estanterías de la librería Calders de Barcelona. / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Explicaré a los lectores el comienzo de una historia: una mañana de febrero Andreas Egger cogió al pastor de cabras Kaliscka de su colchón de paja para bajarlo medio moribundo al pueblo a través de tres kilómetros de camino de montaña bajo una gruesa capa de nieve.

Este es el comienzo de una novela de Robert Seethaler titulada sencillamente 'Toda una vida' 'Toda una vida'y que se consolida como un gran éxito internacional. Isabel Martí no se la ha perdido para su editorial.

El fenómeno me ha hecho pensar que los grandes éxitos no son siempre programables. Es cierto que hay libros, canciones, pinturas..., que triunfan porque son previsibles, por varias razones, pero también es evidente que en el ámbito de los éxitos hay sorpresas inesperadas y aún más: rotundas.

Es el caso, por ejemplo, de un futbolista que considerado simplemente válido se convierte en una pieza indispensable para el equipo. Son sorpresas que nos hacen ver que las opiniones son a menudo corregibles.

Sorprender

Por cierto, "sorprender" significa, en catalán, "tomar", es decir "coger" y en castellano "prender". Y es una expresión muy adecuada si hablamos de una película, una obra de teatro, una jugada en un partido de fútbol: "Aquel lanzamiento a puerta ha cogido por sorpresa el portero".

Un libro también puede sorprender. No pienso ahora en las novelas policíacas, que ya están programadas, por decirlo así, para incitar a la lectura. No sé si todavía hay escritores que trabajan por encargo. Yo todavía conocí a uno que estaba perfectamente organizado. Aquel genio de la novela rosa dictaba a tres escritores, sucesivamente, tres o cuatro frases a cada uno. A ritmo de fábrica, podríamos decir. Un perfecto tejedor de páginas rosas.

A mí me gusta más narradores  como Seethaler que es capaz de describir púdicamente las emociones. Después de todo, el arte de la literatura, como el arte de la vida, es saber dosificar las emociones.

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