La arqueología y el hundimiento del Popular

JESÚS RIVASÉS

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Luis Vals Taberner (Barcelona, 1926-Madrid, 2006) hizo del Banco Popular el más rentable del mundo en los años 90 del siglo XX. Afincado en Madrid, nunca dejó de hablar en catalán con su hermano Javier, copresidente de la entidad. Ahora, aquel banco es historia y, como marca, desaparecerá en menos de dos años, el tiempo que tarde el Santander que preside Ana Botín -su nuevo propietario y salvador al menos de los depositantes- en hacer compatibles los sistemas informáticos de ambas entidades. En el camino han caído dos presidentes, Ángel Ron y Emilio Saracho y los accionistas han perdido todo su dinero.

Saracho pasará a la historia de las finanzas como uno de los presidentes de banco más breves. Tomó posesión a mediados de febrero, después de que el Consejo de Administración del Popular defenestrara a Ángel Ron. Saracho no ha llegado a cuatro meses al frente de la entidad y en su despedida interna ha dicho que "quizá se podrían haber hecho unas cosas y otras no, pero es ya trabajo de arqueólogos".

Los arqueólogos financieros ya trabajan en el asunto y ya han desempolvado varias piezas y no todas encajan. Los errores de Ron son tan obvios como indiscutibles. Nadie entiende, sin embargo, para qué el consejo que lo echó se puso en manos de alguien como Saracho, un banquero de inversión, es decir, alguien que compra y vende, por cuenta propia y de otros, y no un experto en banca comercial, que es la que hacía el Popular. Fue elegido por un head hunter (cazatalentos) y los consejeros que lo nombraron también han perdido todo su dinero.

Los arqueólogos han rescatado la información de que Saracho cuando llegó al Popular, con prima de fichaje de cuatro millones de euros, no compró acciones del banco, ni tan siquiera de forma testimonial, algo que, por ejemplo, sí hizo Goirigolzarri cuando aterrizó en Bankia en plena crisis de la entidad. Saracho, además, es un viejo conocido de Ana Botín. Coincidieron en Nueva York y en el Banco Santander de Negocios, en donde tuvieron más que algún desencuentro que, según algunos, provocó la marcha voluntaria de Saracho del banco en el que entonces reinaba Emilio Botín. En los últimos tiempos Ana Botín y Emilio Saracho simplemente se ignoraban, a pesar de compartir amigos que presiden compañías del Ibex y que son grandes defensores de la valía de ambos.

El Popular estaba herido de muerte, pero un banco resiste mucho y los arqueólogos todavía persiguen el eslabón que explique -más allá de la falta de liquidez- su fulminante hundimiento, como si de un imperio antiguo se tratara. Emilio Saracho también ha explicado que los accionistas nunca tuvieron oportunidad de mantener el valor, otra incógnita para los investigadores qué intentan dilucidar cuáles eran sus objetivos. La arqueología puede ser tan lenta como sagaz. El Popular es historia y ahora, Ron, Saracho, el consejo anterior y el Santander afrontarán miles de demandas de accionistas, engañados o no, que no quieren aceptar que cuando se invierte en bolsa se puede ganar o perder. Son las reglas del juego. Eso sí, los arqueólogos y los jueces las interpretan.