El corrupto residente

Malos tiempos, narraciones peligrosas. Las palabras hieren, nadie quiere que le digan que es o pertenece a una banda, pero, bueno, lo de banda criminal es cosa de los jueces, luego están las bandas políticas. En este caso es la banda de la Gürtel; Francisco Correa ha cantado y, al menos, recuérdese una acepción del Diccionario: conjunto de instrumentistas, con o sin cantante. Esta, por de pronto, ya tiene vocalista. Y de los buenos, ha cantado por soleares decimos en mi tierra.

Correa pagó campañas electorales al PP, cobró comisiones y las repartió, a Bárcenas, entre otros, después de retener su parte, claro. Reconoce, matiza, y bien que lo hace. Sobornó con nombres y apellidos. Recaudaba comisiones por obras que adjudicaba el gobierno de José María Aznar. Regalaba fiestas, dádivas y coches. Esto último con una propiedad agradecida, su invisibilidad, muy valorada en el hampa. Y, en fin, se declara ensobrador, que en este caso no es solo el que mete cosas en los sobres, sino también el que los entrega a los políticos, también con nombres y apellidos.

Los más tierno de su cante, es la añoranza de su casa, muy cinematográfico. Génova, 13, su casa, en la que estaba la mayor parte del tiempo. Correa nos acaba de descubrir la figura del corrupto residente; para qué iba a perder el tiempo en su despacho alejado de donde tenía el tajo. En Génova, se veían todos, adjudicatarios, adjudicadores, comisionistas, empresarios, políticos, ensobrados, sobornados, regalados. Solo faltaba un felpudo en la puerta: Bienvenido a tu casa, república de la corrupción.

Si todo se demuestra, hay condena y ésta es firme, podremos decir con la misma firmeza, ahora es provisional, que el PP ha competido dopado electoralmente y no debería ser extraño en un país decente, que sus victorias, como en el Tour o en las medallas en los Olímpicos, tuvieran que ser devueltas. Por no decir la palabras dadas, de inocencia, de compresión o indolencia, que, igualmente, deberían ser devueltas en forma de repudio ciudadano.

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Lo curioso de la 13 rue de Génova, es que nadie veía a Correa, ni a Bárcenas. El interiorismo popular, su urbanismo doméstico, es una obra de inteligencia solo comparable con los castillos, palacios y conventos, en los que viajar entre las alcobas del pecado, a través de pasillos y vericuetos, era una forma verdaderamente segura.

La pregunta es si todo esto tendrá repercusiones en la política del día a día, o sea, la investidura. Veremos, pero si se sobreponen las fotos del juicio del 'caso Gürtel', 'tarjetas black', bodas, saraos y las instantáneas de la fiesta de la Hispanidad, el reportaje es demoledor. Una España que no debería ser inevitable. Nada más peligroso hoy que un álbum de fotos.

Hay que estar hecho de una pasta especial, o muy similar, para aceptar que es un mal menor que gobierne el PP y que sea por el bien de España. Como se suele decir, quien se deja engañar a sabiendas por un corrupto, no es más que un cómplice de la corrupción. Así de sencillo.