Gente corriente

«'Aquí los raros sois vosotros', dijo nuestro hijo al llegar a África»

Atrapados por África. El embrujo del continente ha unido las vidas de Marta, Pep, Joel, Edith y Gabriel.

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GEMMA TRAMULLAS

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Todo empezó en el 2003 con un inocente safari a Tanzania. Marta y Pep encontraron allí mucho más que leones y baobabs.

-¿De quién fue la idea del viaje?

-Pep: Aquel verano yo quería ir al pueblo, como siempre.

-Marta: El pueblo no se iba a mover de su sitio. ¡Yo quería ver mundo!

-Está claro quién ganó. ¿Imaginaban que África les atraparía tanto?

-M: Aquel viaje conectó con una necesidad mía. Yo le decía a Pep que me faltaba algo en la vida, que tenía la necesidad de ayudar a alguien. Con él era muy feliz...

-P: Hombre, gracias.

-M:... teníamos amigos, familia, casa, trabajo... Pero no me sentía útil.

-Un safari no parece el mejor lugar para encontrarle sentido a la vida.

-P: En aquel viaje nos hicimos amigos del guía y volvimos al año siguiente y al otro. Fuimos descubriendo a la gente del país y empezamos a colaborar en plan local, comprando sacos de arroz y cosas así.

-M: Pero yo pensaba: «Esto no es suficiente. Tanzania nos está dando mucho y nosotros no le estamos dando casi nada. ¿Y si intentamos hacer una cosa más seria?»

-De ahí nace la oenegé Amigos de Tanzania.

-P: Es una oenegé muy pequeña, fundada en el 2006. Tenemos un orfanato en Arusha, el proyecto Twiga que ayuda a las familias a montar negocios y rutas solidarias por el país.

-M: Hacemos exposiciones, charlas y venta de artículos. ¡Media Barcelona tiene nuestros collares! Nuestros hijos van a la escuela La Mar Bella de Poblenou y, como este año tienen como tema de curso el agua, todas las clases montarán actividades para recaudar dinero para mejorar el pozo de nuestro orfanato.

-A dos de sus tres hijos los adoptaron en África. ¿La adopción tiene que ver con la necesidad de ayudar?

-M: No. Si quieres ayudar no adoptes, porque tu hijo es tu hijo, no lo puedes mezclar con tu necesidad de ayudar. Yo no ayudo a Joel y a Edith, yo soy su madre, que es diferente.

-P: Posiblemente son ellos los que más nos han ayudado a nosotros, los que han llenado nuestras vidas.

-Y después nació Gabriel.

-M: Yo quería ser madre, pero inicialmente no tenía la necesidad de ser madre biológica, sino de un niño que no tuviera padres. La gente no entendía que, pudiendo tener hijos biológicos, adoptásemos primero.

-Joel nació en el Congo y Edith en Mali. ¿Cómo se sintieron al volver con ellos al Poblenou?

-M: Al principio con Joel nos paraban por la calle y se ponían a llorar: «Ay, pero que buena obra habéis hecho». Pues no señora, es mi hijo.

-P: Te preguntan cosas que no se atreven con los hijos biológicos. Que si son hermanos: ¡pues claro que son hermanos! Que si nos ha salido caro. ¿Es que yo les pregunto cuántas veces lo han tenido que hacer para tener a su hijo? Un clásico es: «¿A quién se parece?» Yo, sinceramente, no sé a quién se parece Gabriel, pero lo que sí sé es que si Joel o Edith llevaran mi sangre no se parecerían tanto a mí.

-¿Ellos se sienten diferentes?

-P: La primera vez que Joel lo expresó estábamos viendo un partido del Chelsea. Jugaba Drogba, que es de Costa de Marfil. Joel puso su manita sobre la mía y dijo: «Él es como yo».

-M: Cuando tenía 4 años ya nos decía: «Yo no quiero ser blanco, pero tampoco quiero ser diferente».

-¿Y qué se le contesta a un hijo cuando te dice algo así?

-M: A veces pienso: «¿hemos hecho bien adoptando a dos niños de África? ¿Sacándolos de su cultura, de su idioma, de su gente, y trayéndolos a un mundo que a veces es hostil? De niños hacen mucha gracia pero, ¿cómo mirarán a mis hijos cuando sean mayores? ¿Se sentarán junto a ellos cuando vayan solos en el metro?

-¿Qué pueden hacer como padres?

-P: Intentamos darles argumentos para defenderse y que estén orgullosos del lugar donde han nacido. Cada noche les contamos el cuento de sus vidas. Una noche toca el de Joel y otra el de Edith.

-M: La vida de tu hijo no comienza cuando lo vas a buscar en un avión, sino mucho antes, con el nacimiento y con todos los acontecimientos que, por muy duros que sean, han hecho que ahora sean tu hijos.

-P: También utilizamos palabras en lingala, que es el idioma oficial de Congo: loso, que quiere decir arroz, y moto, que es caliente. O sea que, cuando comemos arroz, comemos loso y, si el plato quema, decimos que está moto. Es como nuestro secreto que los demás no entienden.

-¿Volverán a África con los niños?

-P: ¡Ya hemos ido con ellos! «Aquí los raros sois vosotros», nos dijo Joel nada más llegar.