Aquellos días en Escocia

El referéndum de independencia del 2014 fue una lección política de todos los escoceses y de sus dirigentes en Londes y en Edimburgo

Jóvenes independentistas escoceses tras su derrota en el referéndum.

Jóvenes independentistas escoceses tras su derrota en el referéndum. / periodico

Marta López

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"Escocia no sienta un precedente jurídico, porque está muy claro que en España hay una Constitución y el marco es completamente distinto, pero sí supone una lección política que pone sobre la mesa que es posible resolver estas cuestiones de manera pactada, democrática y sin violencia». Esto  decía a este diario en septiembre del 2014, días antes del referéndum de independencia escocésMichael Keating, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Aberdeen y uno de los expertos más solicitados aquellos días en Edimburgo.

Tuve la suerte de poder cubrir para EL PERIÓDICO esa consulta y las palabras de Keating, de otros y sobre todo lo vivido ese septiembre en las calles escocesas me rondan constantemente en estos días de profundo desasosiego en mi ciudad. Como dice el catedrático, claro que fue una lección… ¡y qué lección! de los escoceses –de los que ganaron y de los que perdieron–y de sus dirigentes, los de Londres y los de Edimburgo. Pero es que además fue una fiesta, que movilizó como nunca a los partidarios y detractores de la secesión.

Cervezas y lágrimas

Son varias las imágenes que conservo de esos días: partidarios del 'sí' y del 'no' haciendo campaña separados por escasos metros en una céntrica calle de Glasgow, con gran civismo y haciendo gala de un característico sentido del humor británico, una larga noche de cervezas en los pubs a la espera de la proclamación de los resultados y las lágrimas contenidas de los que al día siguiente se lamentaban:  «Hemos estado tan cerca».

También vuelvo a ver a David Cameron a primerísima hora de la mañana a las puertas de Downing Street tendiendo la mano a los escoceses tras haber ganado un referéndum que en un gesto de grandeza política ofreció cuando no lo tenía ganado. Y al primer ministro escocés, Alex Salmond, dimitiendo aquella misma tarde tras no haber logrado su promesa de llevar Escocia a la independencia .

Y tras dos años de larguísima campaña –desde que se pactó el referéndum- los escoceses pasaron página, mirándose sin acritud a la cara. Eso es lo que marca la diferencia entre hacer las cosas meridianamente bien y rematadamente mal. H