ANÁLISIS

Aprendizajes vitales de los niños en verano

Las vacaciones escolares están cargadas de una gran desigualdad de estímulos y emociones que restan oportunidades a la infancia más vulnerable

Colonias

Colonias / CARLOS MONTAÑÉS

Xavier Martínez-Celorrio

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El verano es el tiempo de ocio, de informalidad y de realización personal por excelencia. Para niños y adolescentes aún resulta más estimulante puesto que en estos meses sin escuela adquieren aprendizajes vitales que serán claves en su desarrollo y maduración. A diferencia de la educación formal escolar, en verano todo es educación informal y suele ser más significativa para aprender nuevas habilidades, ganar autonomía, autoconocerse mejor, socializarse con nuevas amistades y adaptarse a entornos diferentes. Sin embargo, la calidad y cantidad de aprendizajes informales que adquieren niños y adolescentes en verano está en relación directa con el capital cultural de las familias y de sus comunidades de proximidad.

En verano se pone más en evidencia la desigualdad de hábitos, pautas normativas y estilos educadores de las familias. Por regla general, se produce una pérdida de aprendizajes entre los niños de familias con pocos recursos culturales. Es lo que la sociología americana con Karl Alexander al frente, denomina 'summer gap' o la brecha de aprendizajes por el verano, al no intervenir la escuela como institución estructuradora de las tareas y tiempos infantiles. Ni como mecanismo de compensación y nivelación cultural para los hijos de familias menos instruidas. Ahí reside un enorme diferencial acumulado en cada verano a lo largo de la infancia. Es de tal magnitud que, en el momento de dar el paso al instituto, el 50% de la brecha de aprendizajes entre niños pobres y no pobres se explica por el 'summer gap' acumulado en sus trayectorias vitales.   

Es un dato bien contrastado en Estados Unidos que nos revela la importante función igualadora que desempeña la escuela y los tiempos escolares y, sobre todo, las pérdidas de ganancias o retrocesos del aprendizaje que producen los veranos entre las familias más vulnerables. Según la Encuesta de Condiciones de Vida del 2017, el 34% de las familias con niños en España no pueden permitirse ni pasar una semana de vacaciones. Supone una adversidad para la igualdad de oportunidades y, sobre todo, una relegación que deja en desventaja a una determinada infancia mientras otra infancia acumula estímulos más potentes, adquiere experiencias más relevantes y se permite viajar y conocer otras culturas y otros países. Estas son las mismas familias que estructuran mejor el tiempo, usan un lenguaje más enriquecedor y saben motivar con objetivos y ambiciones a sus hijos.

Para compensar esta desigualdad, el Ayuntamiento de Barcelona ha puesto en marcha el proyecto Baobab que lucha contra el 'summer gap' a través de campamentos urbanos en agosto para la infancia vulnerable. Cabe felicitarnos por esta iniciativa y por todas las acciones de igualdad de oportunidades que no vemos pero que bonifican actividades de verano, campus, colonias y casales para la infancia y adolescencia con menores recursos. El verano es para disfrutarlo y seguir aprendiendo de la vida pero también está cargado de una gran desigualdad de estímulos y emociones que restan oportunidades que no podemos pasar por alto.