Vino de mi cosecha

Anuncio de caducidad

JOSEP M. FONALLERAS

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Anuncio de caducidad

E ste fin de semana ha empezado la Liga de fútbol, y la semana que viene empezará el curso escolar. O sea: se acaban las vacaciones. Somos animales que nos añoramos y que necesitamos hitos para gobernar el monstruo del tiempo. Todavía habrá días de calor pegajoso y aún tendremos jubilosas sesiones de natación, pero, poco a poco, el aire se hará más frío y el agua ya no contendrá aquel poso de beatitud que era un bálsamo para la fatiga provocada por las altas temperaturas.

Septiembre nos acogerá, como siempre, generoso y aún solar, pero con el anuncio musculoso de la caducidad. Vendrá el otoño por sierras que anochecen, como decía el poeta, y se amansará la desazón de las idas y venidas. Recuperaremos la necesidad de permanecer y el deseo de recogimiento. Los balones y las tizas nos aproximan a la nueva estación, sobre todo porque son dos metonimias (la cosa por lo que representa) que se mantienen inmóviles a lo largo de los años. Cambian las costumbres y la forma de afrontar el retorno, pero el fútbol y la escuela -a pesar de que han avanzado su hora de llegada- todavía nos sirven como guías. ¿Hasta cuándo?

En lo que concierne a la escuela, este curso sabremos cómo colorear la semana blanca. Veremos cómo los padres cargan a los abuelos de trabajo, o cómo se las apañan para mantener a los niños a raya sin pedir fiesta, o cómo se montan excursiones súbitas a la nieve. Además, comenzará a implantarse el libro electrónico como material escolar. ¿Se acabarán las gomas, los lápices, los compases? Centenares de columnas vertebrales de toda una generación hablarán bien de ello, pero ¿cómo será la vuelta a las aulas sin la emoción de forrar los libros digamos convencionales? ¿Y cómo vivirán los jóvenes de hoy el momento emotivo de descubrir, al cabo de los años, los textos y las imágenes que los hicieron como son? De hecho, seguramente no los vivirán. Recuerdo con intensidad la compra de aquellas hojas transparentes que se enganchaban en la cubierta de los libros y el trabajo delicado que hacía mi madre procurando que no se hicieran ampollas de aire. La cuestión era aplanar la hoja adhesiva con delicadeza y contundencia, con rapidez y efectividad. Entonces, protegidos, los libros ya podían incorporarse a la maleta. Era el frontispicio del curso. Las evocaciones se diluirán como se diluirá la concesión informática del programa (dura un año), perdida en la nada de la velocidad de los tiempos modernos.

Vilalta y el Barça

En cuanto al fútbol, cada novedad no hace sino certificar la regularidad del invento. Una nueva liga es un reclamo renovado de pasiones antiguas. Dos ejemplos. En el momento más intenso y peligroso de su vida, cuando, en medio del cautiverio del desierto,Albert Vilaltarecibió la visita del mediadorMustafá Chafi,lo primero que hizo fue preguntar: «¿Y el Barça? ¿Qué hace el Barça?». Necesitamos saberlo. Estemos donde estemos, aunque las condiciones sean precarias, o quizás justamente porque lo son. Ahora, los mineros chilenos atrapados recibirán medicamentos y comida, pero también un DVD con las jugadas más espectaculares de los grandes astros mundiales del fútbol. Seguro que, en esa soledad extrema y compartida, también se interesarán por el Colo-Colo o la Católica. El fútbol es, de las cosas poco importantes, la más importante de todas, como dijoArrigo Sacchi.Ahora vuelve a estar entre nosotros, con regularidad, con fidelidad semanal. Se acaban las vacaciones y se nos dibuja, de nuevo, un balón en el cerebro. Ilusos y enloquecidos, nos creemos que somos nosotros quienes mandamos sobre el tiempo. Pero tan solo intentamos evitar el pensamiento feroz de la caducidad.