GENTE CORRIENTE

Antonio San Martín: «Los túneles enganchan, llegan a crear adicción»

El Fernando Alonso de la tuneladora. Está a los mandos de la máquina que perfora la L-9 del metro de Barcelona.

«Los túneles enganchan, llegan a crear adicción»_MEDIA_3

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NÚRIA NAVARRO

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Perteneciente a la escudería de Dragados, Antonio San Martín (Madrid, 1979) es el Fernando Alonso de la tuneladora que abre camino a la L-9 del metro de Barcelona. Es tranquilo, meticuloso, rápido de reflejos. Un fiera, vaya. Pasa ocho horas al día bajo tierra, en una pequeña cabina llena de pantallas que disparan datos a porrillo, y es hombre feliz.

-A diferencia de Alonso, usted hace 10 metros al día.

-La tuneladora corre, corre. Despacito, pero corre. Se trata de buscar el máximo rendimiento de la máquina.

-Trabaja a la par que disfruta, veo.

-Siempre me interesaron las máquinas. Aprendí a manejarlas en la mili. Estuve en el regimiento de zapadores ferroviarios de Cuatro Vientos y toqué cargadoras, retroexcavadoras, niveladoras. Tuve la sensación de que estaba hecho para mover tierra. Era el trabajo de mi vida.

-¡Nacido para mover tierra!

-Luego Dragados me hizo una prueba para una autovía en Albacete y me cogieron. Luego me tiré tres años y medio haciendo el movimiento de tierra en una cantera de Morata de Tajuña, cerca de Madrid. Y en el 2004 me ofrecieron formarme para trabajar en túneles. Pasar de una máquina de alto tonelaje a una tuneladora fue como pasar de un Mercedes a un fórmula 1.

-No todos valen. ¿Qué hay que tener para pilotar una tuneladora?

-Concentración y aplomo. Según avanza la máquina, te va dando datos de presión, velocidad, salida de material... Y tienes que ir reaccionando para no salir de los valores marcados por la dirección de obra. El piloto es el que da el avance. El alma de la máquina.

-Habla con cierta... ¿emoción?

-Pues sí. Siempre que desmontan la cabina, al acabar la obra, te entran ganas de llorar. Estás mucho tiempo dentro de ella.

-¿Cuál fue su primera vez subterránea?

-Fue un túnel del AVE que unía Madrid con Segovia, en Guadarrama. El primer día, cuando entras en la cabina, piensas que es casi imposible controlar tantos parámetros. Pero los túneles enganchan mucho, llegan a crear adicción. Cada máquina es para un terreno y cada terreno es un mundo. Llega un momento en que te llevas el túnel a casa.

-¿Ha hecho muchos?

-Después del de Guadarrama, estuve en el túnel de El Pertús, en la ampliación de la línea 11 de Madrid y en el tramo de la línea 9 de Zona Franca. Este es el quinto.

-¿Nunca ha pasado apuros?

-En el túnel de El Pertús encontramos una falla y tuvimos bastantes problemas con una máquina de roca. Se vencía todo. El ruido era atroz y vi cómo caía el terreno dentro del cabezal. Igual duró cuatro segundos, pero se hicieron eternos. Tuvimos que hacer inyecciones de espuma de poliuretano, ir pasando poco a poco... Pasé miedo, la verdad.

-Puso pies en polvorosa hacia arriba, imagino.

-No. Las medidas de seguridad siempre son extraordinarias.

-No ve la luz, hay ruido, todo tiembla... ¿Qué tiene de bueno esto?

-Llega un momento en que el sol ya no te hace tanta gracia... (Ríe) Es fácil aclimatarse al túnel. Dentro, las condiciones son estables.

-¿Cuántas horas al día pasa en ese paraíso del topo?

-Ocho horas seguidas. Pero cuando perforas tienes momentos de descanso, ya sea cuando se colocan los anillos de cemento o algún mecánico cambia un filtro.

-¿Se pone usted música heavy metal o así?

-No, porque los ruidos te dicen cosas. Escuchas el terreno, las bombas, cómo cae el material y, según el ruido, tus ojos van directamente a mirar las revoluciones de giro.

-¿Tiene vida en la superficie?

-Tengo mujer y una hija de 5 años, que van conmigo adonde voy. Me gusta jugar a la Play, ir en bici, correr en karts. Y también tenemos un equipillo de fútbol con el que jugamos nuestra liga interna. En mi turno casi todos somos del Madrid...

-Pasó por debajo del Camp Nou.

-Esos días bromeé con un compañero culé. «Jordi, que hoy te voy a echar el campo abajo...», le dije.

-Al menos no le tocó pasar por debajo de la Sagrada Família.

-No. La primera vez que pasas por debajo de los edificios vas con muchísimo respeto. Luego, ni lo piensas.

-Oiga, ¿ha visto ahí abajo monstruos marinos como Lidenbrock?

-El Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne es pura fantasía.