GENTE CORRIENTE

Antoni Sànchez: "El Observatori Fabra me ha dado la vida"

Este carpintero con una agenda muy loca, tuvo un infarto y logró la paz en su plaza de conserje del pabellón astronómico.

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zentauroepp40605049 barcelona 19 10 2017 contra antonio sanchez vigilante del 171020193350 / Carlos Montañés

Núria Navarro

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Entre los 220 edificios que hoy abren sus puertas, en esa fiesta de la arquitectura que celebra la 48h Open House Barcelona, está el Observatori Fabra, el delicioso pabellón astronómico de Vallvidrera construido en 1904 con dinero de Camil Fabra, el primer marqués de Alella. Será un día de trajín que alterará el ritmo de Antoni Sànchez (Sant Cugat del Vallès, 1955), el conserje, y su fiel perra Gruñi, los dos habitantes regulares de este espacio fuera del tiempo.

Está usted muy solo aquí arriba. ¡Estoy encantado!

¿Ermitaño? Yo era carpintero. Tenía empresa y, durante el 'boom' de la rehabilitación de edificios en Barcelona, trabajaba a paladas. Entre mis clientes estaban Manuel Condeminas, el cónsul honorario de Malasia; la Trasmediterránea, actores como Sílvia Munt y Marta Angelat. No paraba. Quemaba dos paquetes de tabaco, atendía dos móviles y un fijo.

Estrés salvaje. Un verano noté que me faltaba el aire, pero no le di importancia. Al cabo de un año y pico supe que había tenido un infarto. Me hicieron un doble baipás en el Vall d’Hebron y me aplicaron cinco descargas para devolverme a este lado. O me despedía del ritmo de vida o él me despedía a mí. El trabajo de conserje me pareció apropiado.

¿Y encontró aquí su lugar en el mundo? Espere. Me metí en una empresa de seguridad y el primer destino fue el cementerio de Collserola, en la época en que había vandalismo. Estuve en varios sitios más y el verano de hace 10 años me enviaron de guardia al Observatori durante los 'cenas con estrellas' que organizan.

¿Hubo flechazo? Me fascinó la tranquilidad. Y pedí quedarme. Lo logré gracias al doctor Josep Maria Codina, que por entonces era el director. Todos los que estamos aquí –los astrónomos, los meteorólogos, mi esposa, que es la encargada de la limpieza– somos una familia.

Bueno, hay cocina, biblioteca, comedor, auditorio, cuarto de fumar. Gabriel Campos, el primer conserje que hubo, y su familia vivieron aquí. Yo me mudaría sin dudarlo. El Observatori me ha dado la vida. Si no estuviera aquí, no estaría.

Es un sitio fuera del tiempo. A mí me gusta porque, a veces, me da la sensación de que vuelvo a mi juventud.

¿Mira al cielo más que al suelo? Lo que ocurre allá abajo apenas si lo veo por la tele. Prefiero las estrellas fugaces. 

¿Se pone al telescopio? Solo miro por el telescopio cuando me deja el astrónomo, Antonio Bernal.

¿Ha visto usted la película 'Noche en el Museo'? Sí. A veces yo también hablo con los retratos de Camil Fabra y de Silvino Thos, el primer presidente de la Reial Acadèmia de les Ciències i les Arts, cuando paso por la sala modernista.

¿Algún fantasma? No, pero a partir de la medianoche se oyen ruidos, pum, pam, y no es el viento. No tengo miedo ninguno.

Buf. ¿Qué hace normalmente? Entro a las cuatro de la tarde y acabo a las 12. Soy un poco el responsable de todo. Controlo que todo esté en orden, cierro ventanas y puertas, vigilo el exterior con las cámaras y sobre todo restauro muebles en mi pequeño taller, mi lugar favorito.

Saca sus antiguos talentos. He restaurado el mueble del anemómetro, los cajones de la biblioteca, y ahora estoy trabajando en el marco de un retrato del marqués de Alella, porque pronto vendrá de visita su bisnieto.