NÓMADAS Y VIAJANTES

Antisemitismo y ocupación

RAMÓN LOBO

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«Es antisemita boicotear productos y empresas israelís?», se preguntaba no hace mucho The Economist. La revista recomendaba a Israel y sus aliados buscar un argumento mejor para hacer frente a la campaña internacional BDS, siglas de Boicot Desinversiones Sanciones. También sostiene que esta vía de presión no ayudará a conseguir un acuerdo de paz y un eventual Estado palestino. Por su parte, los impulsores del BDS creen que es la única opción realista.

¿Cómo saber cuándo hay antisemitismo y no se trata de una frase arrojadiza? Decir como el expresidente iraní Mahmud Ahmadineyad que hay que borrar a Israel del mapa parece, por ejemplo, bastante antisemita. Negar el Holocausto, también, además de un delito en muchos países. Existe un problema histórico no resuelto en Europa. Basta con leer a Patrick Modiano en el caso francés. La judeofobia allanó el camino al Holocausto. Esto es un hecho, como lo es la utilización de esta tragedia para bloquear toda critica política. A eso se refiere The Economist: se corre el riesgo de gastar el recurso, dejarlo sin pilas y cuando sea necesario ya no funcionará.

Pedir que Israel abandone Cisjordania y regrese a las fronteras de 1967, más que antisemita sería estar de acuerdo con las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, es decir, con la legalidad internacional. Afirmar que la política del Gobierno de Benjamin Netanyahu genera apartheid tampoco sería antisemitismo. Ya lo reconoce hasta Bradley Burston, un periodista del periódico Haaretz que hasta hace poco era de los que lo negaba con más pasión.

Apartheid es una palabra que molesta en Tel Aviv; consideran un insulto que les compare con la Sudáfrica racista. Pero la realidad cotidiana muestra a decenas de miles de palestinos privados de los derechos básicos -tierras, agua, casa, olivos y medios de subsistencia- en un sistema basado en la segregación racial, como lo son las carreteras solo para judíos en Cisjordania, un territorio ocupado. También hay discriminación para el millón y medio de palestinos con pasaporte israelí. En las últimas elecciones Netanyahu los trató como un caballo de troya iraní. Ahí está la hemeroteca y las opiniones de Gideon Levy, entre otros muchos.

Presiones domésticas

El caso del músico Matisyahu, cuyas letras no parecen promover el entendimiento entre los pueblos, ha puesto de manifiesto dos cosas: el BDS tiene cada vez más fuerza y que esto preocupa, y mucho, a Netanyahu. El movimiento nació hace 10 años y poco a poco va ganando adeptos, influencia y éxitos concretos. Esta misma semana, un festival de cine noruego suspendió la participación de una película por el mero hecho de ser israelí.

En Europa, destino de muchos productos israelís, toma fuerza la idea de exigir una etiqueta de origen para saber si proceden de las colonias en territorio ocupado. El boicot, de momento se dirige contra ellos. Las empresas europeas, como supermercados y distribuidoras, empiezan a ser sensibles a esta campaña. Las presiones domésticas son cada vez más fuertes.

La última guerra de Gaza ha hecho un gran daño de imagen a Israel, incluso entre países y personas que se consideran amigos. La guerra de la propaganda, en la que los israelís son maestros, empieza a ser menos efectiva. El Gobierno de Netanyahu quiere movilizar al Mosad contra el BDS. Hay divisiones en el Gabinete sobre cómo tratar el asunto.

Avance de la colonización

Tenemos tres hechos indiscutibles: no hay negociaciones de paz desde hace años, más allá de un poco de espectáculo de vez en cuando para disimular; el Gobierno israelí ha vaciado los Acuerdos de Oslo con la OLP y la colonización de Cisjordania prosigue a buen ritmo con el objetivo de hacer imposible el Estado Palestino y proceder a su futura anexión. Uno de los defensores de esta medida, Danny Danon, es el nuevo embajador de Israel ante la ONU.

EEUU se ha olvidado de los palestinos. Centra toda su atención en Irak y Siria. Ya nadie compra la idea de que «no habrá paz con los árabes hasta que no se solucione el problema palestino». Muerto Arafat han perdido presencia y capacidad de presión. Carecen de iconos. También ayuda Hamás y sus errores tras el 11-S.

Sin apoyos en el exterior, con una población exhausta tras 48 años de ocupación y sin posibilidades de lanzar una nueva intifada, la campaña del BDS es su única herramienta de presión.

En algún sector de la izquierda española, y en la derecha por contraposición, hay una confusión entre Netanyahu, Israel, los israelís y los judíos. El problema no es el sionismo, como muchos apuntan, sino la ocupación en sí y la ausencia de esperanza.