Ante el centenario de Joan Maragall

Me he llevado de vacaciones la obra completa deJoan Maragall, poeta del que este 2010 recordamos los ciento cincuenta años de su nacimiento y el centenario de su muerte.Maragall, burro de mí, no formaba parte de mis poetas de cabecera; nunca entré en su escritura más allá de sus versos más conocidos, que me sabían a juegos florales, de gran calidad, pero a englantina y flor natural, a ñoño, a cursi, a pasado. Ya lo dijoMachado: la España que desprecia cuanto ignora; es decir, un servidor.

Servidor observaba el paisaje como no hay que mirarlo. Me decía: «¿Cómo puede este hombre hablar de florecillas, montañas, sardanas y vacas ciegas cuando ya solo falta un cuarto de siglo para queSalvadorDalíyLuis BuñuelruedenUn chien andalou? ¿Cómo pudieron MossènCintoy suAtlàntidaser contemporáneos deVerlaine,RimbaudoBaudelaire? !Pero, en qué país viviamos!

Pues vivíamos en un país por hacer, sin personalidad ni lengua, invadido política y culturalmente por otro «casi africano», en palabras del poeta. Y, en medio de este panorama,Joan Maragall, burgués católico de Sant Gervasi que habla inglés, francés y alemán, tiene trece hijos y vive de renta, se alza como gigante entre cabezudos, imaginando un país vivible, educado y justo.

Sería burdo reducir los méritos deMaragallal ámbito de la poesía: es un pensador político y social de primer orden a la par que un idealista convencido de que el único mandamiento de la ley de su Dios es el amor. Si bien en muchos de sus poemas se adivina la fecha en que fueron rimados, algunos artículos periodísticos como!Visca Espanya!oLa iglésia cremada, parecen escritos hoy y podrían aún hoy inquietar fuertemente al Tribunal Constitucional o al Vaticano.

Desde el convulso entusiasmo de quien acaba de descubrir un nuevo continente, aconsejo a quienes le desconozcan su atenta lectura en éste su año. Solo pueden encontrarse con un problema: que cuando acudan a la librería y lo pidan, les envíen a una librería de lance porque este señor es de otra época.