25 años del secuestro de Olot: el reino del bulo

¿Se imaginan un suceso de semejantes características con redes sociales, internet, espectáculos informativos matinales, colaboradores gritones?

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Bernat Gasulla

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Este lunes se cumplen 25 años del secuestro más largo (492 días) que se ha registrado en España, al margen de los cometidos por organizaciones terroristas. Cinco lustros del secuestro de la farmacéutica de Olot, Maria Àngels Feliu. Este ha sido uno de los escasísimos casos por los que han podido pasar diferentes generaciones de periodistas. Están los que cubrieron el inicio del secuestro; los que tuvimos la dudosa fortuna de seguir diferentes etapas del cautiverio y su liberación, el 27 de marzo de 1994, en plena Semana Santa, y los que cubrieron las investigaciones posteriores, la rocambolesca instrucción y el juicio.

Una cronología a estas alturas no tiene demasiado sentido. Sí lo tiene, incluso lo ha ido ganando durante los años, una reflexión sobre lo que ha cambiado -o no- en la investigación, cobertura y tratamiento informativo de sucesos de este tipo.

Han pasado 25 años, y hay quien podría decir que, afortunadamente. ¿Se imaginan un suceso de semejantes características con redes sociales, internet, espectáculos informativos matinales, colaboradores gritones? No hay que ser un lince para adivinar que el lamentable 'show' que hemos presenciado con Diana Quer, la joven desaparecida en Galicia, habría sido llevado al paroxis

Al final la realidad dejó a muchos en ridículo, pero aún hay quien prefiere creer el bulo

mo con el secuestro de la farmacéutica de Olot en caso de tener la tecnología necesaria.

 Ríanse ustedes de la posverdad, ríanse de los bulos que campan por las redes. Hace 25 años, en plena pretecnología digital, Catalunya fue escenario de un genuino festival de la desinformación y la mentira a cuento del secuestro de Feliu.

La desaparición de la farmacéutica, que entonces tenía 35 años, dio el pistoletazo de salida. Primero salieron los tópicos. Ya saben, la Catalunya profunda; Garrotxa, comarca de volcanes y fuerzas telúricas; las grandes fortunas ocultas bajo la característica discreción de los catalanes, las envidias de las ciudades pequeñas...

El cautiverio se iba haciendo largo y se entró en una segunda fase. El rumor y la mentira que ocultaban un propósito vergonzoso: buscar la notoriedad y el lucro a cuentas de una tragedia personal, familiar y social.

Fue la época en que se especuló con la crisis de la relación entre Maria Àngels Feliu y su esposo. Muchos quisieron ver una confirmación de esta teoría en el frío beso que se dio la pareja en público tras la liberación. Otros entraron a saco y, como si un Fargo de la Garrotxa se tratara, fabularon sobre un autosecuestro, una huida con una pareja misteriosa y una reclusión voluntaria en un aparthotel de Barcelona.

Aparecieron abogados vinculados a la derecha más rancia y detectives indignos de las novelas 'pulp'. Ante la falta de información, nada mejor que la invención. El detective Eugenio Vélez Troya llegó a señalar, y muchos le creyeron, que Feliu había muerto. 

Entre los que se creyeron tamaña trola figuran los jueces y los policías que creyeron oportuno detener y enviar a prisión a Joan Casals y Xavier Bassa, a los que se les atribuyó incluso la muerte de la farmacéutica. Ambos habían sido delatados por otro personaje de esta ridícula auca, un tal Francisco Evangelista.

El carcelero bueno

Y en esa Semana Santa de 1994 en la que Feliu fue abandonada en una gasolinera de Lliçà de Vall (recuerden aquel glorioso "Lliqui de Val" de María Teresa Campos) entramos en la segunda fase de los bulos. Después de que la farmacéutica negara que Bassa y Casals tuvieran algo que ver, había que investigar/especular.

¿Se pagó rescate? Durante el juicio, integrantes de la familia Feliu explicaron los vanos intentos por pagar rescate en cantidades que van de los 12.000 a los 600.000 euros, oportunamente transformados en pesetas. ¿Dónde estaba el zulo? Tras muchas especulaciones se descubrió que estaba en el sótano de una casa de Sant Pere de Torelló. Y, sobre todo, ¿quién era 'Iñaki', el misterioso (y bondadoso) carcelero que dejó a Feliu en la gasolinera? La figura del secuestrador bueno y del tan cacareado síndrome de Estocolmo dio pasto a muchas y fantasiosas teorías, alimentadas por la separación de la farmacéutica y de su esposo.

Al final, la realidad se empecinó en dejar a muchos en ridículo. Un policía local de Olot, Antoni Guirado, confesó. Como fichas de dominó fueron cayendo el cerebro del secuestro, Ramon Ullastre; su mujer, Montserrat Teixidor; el carcelero bueno, Sebastià Comas, y José Luis Paz. Comas, alias 'Iñaki', fue el primero en salir a la calle. Tuvieron que pasar diez años del secuestro para que aflorara la verdad. Pero aún hay quien recuerda solo el bulo.