NÓMADAS Y VIAJANTES

Un año, estamos vivos

donald trump

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Ramón Lobo

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Lo peor de Donald Trump es su imprevisibilidad y en política lo imprevisible es peligroso. La ventaja en EEUU es que   el poder está tan repartido que el presidente no puede hacer lo que quiera por muchas pulsiones autoritarias que tenga. Ha pasado un año y los equilibrios han funcionado. De momento.

Su política exterior ha sido consistente con lo expresado en las primarias y en la campaña electoral. Y muy consistente si tenemos en cuenta quiénes son sus grandes donantes, como el magnate Sheldon Adelson, el que Esperanza Aguirre nos quiso colar en Madrid. Adelson juega en el equipo de Binyamin Netanyahu. Ha sido quien más ha insistido en el traslado de la embajada a Jerusalén.

Empezó su andadura presionado por una doble promesa estrella: construir (más bien terminar) un muro en la frontera sur y que México iba a pagar la factura. Su jefe de gabinete, el general John Kelly, aclaró esta semana que México no pagará y que la promesa nació de una mala información. El presidente no tardó en desautorizar a Kelly desde Twitter: "El muro es muro y no he cambiado desde el primer día (…) México pagará de una manera u otra".

El malo

Trump no empezó sus viajes al exterior por Canadá y México, como era tradición. Prefirió dejar claras sus prioridades: Arabia Saudí e Israel. Tenía un buen motivo en Riad. Cerró una venta de armas por valor de 98.000 millones de euros. También regresó a la política tradicional de EEUU en la que Irán es el malo de cualquier película. Con Israel no hay mudanza, siempre ha sido el gran aliado.

Obama y Netanyahu no escondían su animadversión mutua. Trump se lleva aparentemente bien con él pese a que son dos machos alfa en el escenario. Resulta curioso porque Trump tiene declaraciones favorables a grupos supremacistas en EEUU que militan en el antisemitismo.

Sus prioridades en estos doce meses han sido dos: desmarcarse de Obama y conseguir un Sadam Husein particular que pueda servirle de cortina de humo. Kim Jong-un, el dictador de Corea del Norte, se presentó voluntario para el papel. La diferencia con Sadam es que Kim sí tiene armas de destrucción masiva pero le faltan misiles capaces de transportar armas nucleares hasta EEUU.

Jong-un es otro necesitado de notoriedad. Han iniciado un duelo de insultos y de quién la tiene más grande (botón nuclear). No sabemos si Trump comprende la complejidad de un problema que atañe a China, sobre todo, además de Japón y Corea del Sur. Mientras él apuesta por la retórica guerrera, su aliado (Seúl) pacta con el Norte desfilar bajo una misma bandera en los JJOO de invierno.

'Fake news'

Uno de los riesgos es que la verborrea reemplace a la realidad. Su cruzada contra el 'fake news', que en un principio podía tomarse como una estrategia audaz para descolocar a los rivales, se ha instalado en su imaginario. Es el primero que se cree su propia propaganda.

La alergia a todo lo que huela a Obama se ha concretado en el abandono del acuerdo sobre el cambio climático, un asunto del que es negacionista. O lo son los intereses que le acompañan además de los votantes de las zonas mineras de EEUU.

El siguiente paso será el acuerdo nuclear con Irán (aquí vuelven a entrar Netanyahu y Adelson) que firmaron los cinco grandes del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU-Obama, Rusia, China, Francia y Reino Unido) además de Alemania. El acuerdo impide que los iranís fabriquen una bomba nuclear. A cambio, la comunidad internacional levantó las sanciones contra Teherán.

Irán ha jugado en el mismo bando que EEUU en Irak y Siria. Ha tenido asesores en el terreno y tropas a través de los libaneses de Hezbolá. Han sido claves en la derrota del califato del ISIS, que no deberíamos confundir con la derrota del ISIS, reconvertido en un grupo similar a Al Qaeda.

Relaciones complejas

Sus relaciones con Europa han sido complejas. Trump declaró inútil a la OTAN en la campaña para matizarse como presidente. Tiene problemas con su aliado natural, el Reino Unido. Ha insultado al alcalde de Londres y asumido discursos islamófobos de los ultras británicos. Pese a los esfuerzos de Theresa May por simular simpatía no hay relación ni visita oficial.

Su definición de "agujeros de mierda" para definir Haití, El Salvador y varios países africanos le colocan donde muchas veces está: en una campaña electoral permanente en la que él es el único centro posible. Los agujeros de mierda confirman lo que sabíamos: si hablas como un racista y te comportas como un racista, es posible que seas un racista.