Un año de máximos en el turismo

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JOSEP-FRANCESC VALLS

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Cuando ya dábamos por vencidos a los ingleses tras el 'brexit', resulta que en julio se han lanzado masivamente a su último viaje vacacional a España. A pesar de este repunte momentáneo, en este y en los próximos meses confirmaremos los datos que pronostican la caída del turismo británico. Mientras tanto, no se han querido perder la fiesta. Vivimos un año de máximos. En casi todos los aspectos. Mes a mes, aumentan vertiginosamente los turistas internacionales hacia la costa española, el único destino-refugio de sol y playa tradicional de Occidente. Este año, la crisis en Turquía nos ha desviado entre 600.000 y 800.000 turistas más, del mismo modo que ocurrió con la guerra de los Balcanes en los años 90; en los atentados en las grandes capitales en la década del 2000; o durante los diversos conflictos en la cuenca oriental del Mediterráneo que siguen ahuyentando a los turistas desde 2010.

Aumentan los precios de los hoteles siguiendo la tendencia del año pasado, tras un largo período de sequía. Mejoran los resultados económicos de las empresas turísticas, inmersas en una profunda restructuración, consolidando los beneficios del anterior ejercicio. Dos grandes noticias. Pero, por contra, los salarios turísticos han caído un 1,5%, cuando es el sector servicios por excelencia pero el más barato de todos; lejos de repuntar el gasto promedio de los turistas, tanto nacionales como internacionales, sigue bajando; y entre las ciudades españolas, no encontramos ninguna población de costa hasta la 30ª posición.

LOS CAMBIOS EN CATALUNYA

Si analizamos separadamente los datos del turismo catalán y español, habrá que decir que casi todas las curvas favorecen al primero. Los cambios empezaron a  tiempo en Catalunya planteando un nuevo modelo turístico: menor énfasis en la promoción en las temporadas altas; contención de la construcción en las primeras líneas de playa; innovación en las experiencias de ocio; desarrollo de la gastronomía ligada al territorio, entre otros; campings de lujo.

A pesar del fuerte crecimiento del número de viajeros al año, en torno al 4% a nivel mundial, en ambos territorios se observa que incluso en años excepcionales como este la rentabilidad del turismo resulta baja. No es que propongamos regresar al cultivo del olivo, la avellana y la almendra en el litoral, pero sí profundizar en las innovaciones que facilitan mayores beneficios. Sabemos que los turistas internacionales vienen por estancias cortas a nuestras costas y ciudades, mientras las estructuras están preparadas todavía para estancias largas.

Vemos, sin embargo, cómo iniciativas del tipo de Ushuaia en Ibiza o los Beach Club de Meliá en Mallorca amplían su temporada y han aumentado sus precios gracias a la creación de experiencias contemporáneas. Vemos cómo los hermanos Roca le dan la vuelta al negocio con los 'road show' gastronómicos por medio mundo. Vemos cómo crece el éxito de los hoteles 'by hours' urbanos. Vemos la rentabilidad de numerosos apartamentos turísticos con sus anfitriones esforzándose en convertir la visita de sus huéspedes en lo más atractivo. Vemos numerosas innovaciones náuticas en la costa y algunas brillantes ideas como la de convertir los puertos de Catalunya en marinas de alto nivel. Vemos casas rurales, cámpings, espacios de encanto, aplicaciones,  que proporcionan emociones cercanas y también excelentes procesos de internacionalización.

En un año excepcional en llegadas, es bueno pensar en lo que desean los turistas en los próximos años y cambiar de una vez la oferta y la manera de recibirles, con baja rentabilidad, cuando está más que probado que si se proporcionan ofertas superiores, los clientes están dispuestos a pagarlas.