POLÍTICA CATALANA

Un año después del 20 de septiembre

¿Por qué el secesionismo perdió la batalla que Jordi Sánchez creyó que iban a ganar?

Joan Tapia

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Esta semana hará un año del 20 de setiembre del 2017. Recuerdo que aquella mañana oí en la radio que había un registro en la Conselleria d'Economia. A los pocos minutos un tuit de Jordi Sànchez decía algo así como: "Es el momento, todos a protestar ante la 'conselleria'". Decidí ir a ver lo que pasaba (el teatro de operaciones estaba a 200 metros de mi casa). Había ya unos mil manifestantes y me encontré a Jordi Sànchez que, con su tono cordial de siempre, pero algo excitado me dijo:

-Lo que pasa es gravísimo, hoy Rajoy se ha equivocado mucho, habrá indignación. No se dan cuenta de que con sus actos alientan nuestra movilización.

Luego la concentración adquirió grandes proporciones y al caer la tarde hubo inflamación. Sin pasarse porque en un vídeo se ve a los manifestantes levantar ramos de flores gritando: "Estas son nuestras armas". Por las breves palabras cruzadas -Sànchez tenía prisa- interpreté que no se pretendía nada parecido a una sublevación (es de lo que le acusa ahora) sino una gran protesta -quizá con algún desorden puntual- que acabara obligando a autorizar un referéndum (el “votarem” fue muy coreado). Me dio la impresión de que Jordi Sànchez estaba convencido de que ganarían.

Pero las cosas se juzgan por los resultados y el balance debería obligar al independentismo a un replanteamiento. Un año después Jordi Sànchez y los principales dirigentes del 27-O están en prisión… o en el exilio. El secesionismo ya no tiene mayoría real desde que las CUP se negaron a votar a Jordi Turull el día antes de que el juez Llarena ordenara su entrada en prisión (incomprensible) y las divergencias entre los que apoyan a Puigdemont (con tendencia a radicalizarse) y ERC, que propugna el pragmatismo, son tan fuertes que no se ponen de acuerdo en qué hacer con los seis diputados inhabilitados por Llarena (que ya no cobran como diputados). Ello obligó a cerrar el Parlament a mediados de julio y la situación sigue bloqueada pese a que el debate sobre el Estado de la nación se debería celebrar a primeros de octubre.

El balance es negativo. Jordi Sànchez se equivocó hace un año cuando dijo (y debía creer) que era Rajoy el que había ordenado a la Guardia Civil entrar en Economia. No fue Rajoy sino el juez del 13 de Barcelona y a partir de entonces la iniciativa de defensa del Estado pasó a manos de la fiscalía, que no siempre seguía a Rajoy -como se vio con el caso de Joaquim Forn- y de los magistrados del Supremo.

Ahora el Gobierno de Pedro Sánchez cree (Josep Borrell lo acaba de declarar y Meritxell Batet fue aún más explícita con Jordi Basté) que las cosas serían más fáciles si no hubiera dirigentes independentistas en prisión. Jugar al póker de farol, como declaró la 'exconsellera' Clara Ponsatí, fue una mala idea. Lo peor es que el actual 'president' de la Generalitat proclama que el póker de farol es el punto irrenunciable de partida. La realidad de hoy no tiene nada que ver con el escenario que Jordi Sànchez imaginaba el 20 de setiembre del 2017. ¿Nadie saca las lógicas conclusiones?