La lacra de la discriminación

El amor que desafía fronteras

Los Loving, una pareja interracial, esquivaron en los años 50 unas leyes absurdas de la forma más sencilla: queriéndose

fcasals37010879 opinion  ilustracion  de leonard  beard170123180844

fcasals37010879 opinion ilustracion de leonard beard170123180844 / periodico

NAJAT EL HACHMI

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Compartíamos los mismos espacios, estábamos mezclados. Pasábamos horas juntos, crecíamos juntos. Las mismas aulas, las mismas fábricas, restaurantes, lugares de trabajo y estudio. Por eso nos avisaban de forma insistente, nos decían: es peligroso que os acerquéis demasiado a los otros, a ellos, somos diferentes, tenemos lenguas distintas, valores diferentes, formas de comer distintas, no compartimos la misma religión. Además, está la ley que dice que una mujer no puede casarse nunca con un no musulmán a menos que este se convierta al islam. Es algo prohibido, de lo más prohibido que hay. Irás directa al infierno.

La peor desgracia para una familia era que la hija se fuera con un cristiano. Peor que si era un chico el que se iba con una cristiana, la sangre de ellos pasa a los hijos, la nuestra no, nosotras solo ponemos el recipiente para concebir a las criaturas, por eso nos llaman portadoras. No, era mucho peor que la chica ejerciera el flamante nuevo derecho a elegir esposo escogiendo uno de esos hombres. Nosotras decíamos que sí, que de ninguna manera nos los íbamos a mirar siquiera, que seríamos obedientes con las normas.

ENAMORAMIENTO

Pero estábamos juntos, a veces muy cerca, nos íbamos conociendo, a menudo gustando. Además, ellos eran lo prohibido. Y entonces empezó a pasar, que el 'roce' hizo el 'cariño' y en muchos casos se produjo el inevitable enamoramiento, contracorriente. Fue cuando llegaron los escándalos: la hija de Tal se ha fugado con un vecino, a la niña de Cual la han encontrado con un cristiano. Y parecía que el mundo se derrumbaba, que se abría bajo los pies de aquellos padres que habían venido a trabajar. Y las madres pusieron el grito en el cielo, se preguntaron el porqué de tanta desgracia, qué habían hecho mal, por qué a ellas. Algunas se sobrepusieron a sus principios inamovibles y ahora cocinan para el yerno que, una vez conocido, no ha resultado ser tan malo como se esperaban.

Las pioneras que osaron romper la norma creían que lo más difícil sería dar el paso de desafiar las leyes y no se imaginaban que al otro lado también hallarían dificultades. Que el suyo sería siempre un amor bajo sospecha, que a la mínima que hubiera cualquier problema, este sería atribuido a la unión contranatura de dos personas de procedencias tan lejanas, educaciones tan distintas, culturas tan opuestas. Si el amor es difícil en tiempos líquidos, de inestabilidad laboral, de malestar posmoderno, lo es más aún cuando está sometido a los recelos que provocan los prejuicios, el racismo o el rechazo, sea abierto o soterrado.

Las numerosas profecías a veces se autocumplen. Por suerte en algunos casos el amor resiste y pervive para demostrar que no «fuimos puestos en diferentes continentes para que no nos mezcláramos», que es lo que un juez les dijo a los Loving, la pareja interracial que en la década de los 50 osó a desafiar las fronteras que les imponían una leyes absurdas que consideraban delictivo su matrimonio. Y lo hicieron de la forma más simple: queriéndose.