La amenaza de los ricos ingleses

El fútbol británico empieza a recuperar su esplendor gracias al talento importado y adquirido con presupuestos multimillonarios

STERLING MARCA EL GOL DEL TRIUNFO DEL CITY EN EL MINUTO 96_MEDIA_2

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Antonio Bigatá

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Los ricos ingleses amenazan reconquistar con sus nuevas escuadras la hegemonía en Europa, ahora en el plano futbolístico. El desenlace de la primera fase de la Champions lo acredita: superioridad en el ránking de los primeros puestos de los grupos pero también, objetivamente, por su juego, su fuerza y su brillantez en la mayoría de los partidos. Manchester City, United, Chelsea, Tottenham y Liverpool (y también el Arsenal en la Europa Ligue) dan esta temporada un golpe de autoridad acoquinador para sus competidores. Y de manera especial lanzan una advertencia a la tradicional superioridad española a escala de clubs a través de Madrid y Barcelona, pero también reflejada desde el Atlético de Simeone y los éxitos internacionales del Sevilla.

¿Ganan por ricos o por ingleses? Está claro que la resurrección tras 10 años negros de sus clubs no le ha llegado a Inglaterra por su fútbol directo y su tradicional estilo de lanzar continuamente balones hacia adelante para ver cómo los remataban. Si antes actuaban así -ahora lo vemos- era porque no sabían hacerlo como el Barça o el Real. En cuanto han repensado con calma las cosas y han dispuesto de dinero abundante gracias a su superior organización del negocio del fútbol, han ido abandonando la rústica y se han pasado al fútbol creativo que les está dando los óptimos resultados.

Importación de talento

¿Cómo lo han hecho? Primero importando a los mejores entrenadores del mundo. Empezaron con Arsene Wenger pero ahora ya trabajan para ellos Guardiola, Mourinho, Kloop, Antonio Conte, Pochetino y compañía. A través suyo han ido continentalizando las tácticas. Eso ha llegado tras una primorosa renovación general de la metodología de entrenamiento y la aplicación rigurosa de un nutricionismo racional para el deporte (cuando Gran Bretaña era el paraíso de los jugadores alcohólicos...) Pero de forma especial con la importación masiva de carne: la contratación de grandes figuras internacionales que han dado la vuelta a las alineaciones como si fuesen calcetines.

No se han limitado a conseguir a algunos de los mejores hombres en las pujas, como Pogba; se han reforzado con parte de la clase alta de la aristocracia futbolera. Empezaron atacando las canteras ajenas (el caso de Cesc) pero luego fueron descaradamente a por hombres buenísimos que parecían no caber del todo en las primeras alineaciones del Madrid, Barça, Bayern o Juventus. En ese paquete entraron y se han convertido en triunfadores mundiales jugadores como nuestros De Gea, Azpilicueta, Pedro, Mata, Silva y más recientemente Morata. Y detrás de ellos, mucha  gente valiosa extranjera que jugaban por aquí. Cualquier repaso a sus alineaciones muestra nombres de antiguos participantes en la Liga.

Presupuestos desorbitados

Todo eso lo han conseguido con dinero. Apostando a fondo por el negocio televisivo y alejándose del nacionalismo empresarial al incorporar como propietarios de los clubs a destacados multimillonarios de la nueva economía global. Gran Bretaña tiene ahora equipos con presupuestos bestiales que aproximadamente doblan, en su conjunto, a los de Alemania, o España o Italia. Y a partir de ahí, a gastar. En los últimos cinco años el City ha fichado por cerca de 900 millones; el United, casi 800; el Chelsea, 700; el Liverpool, 500 y el Tottenham, 450, unas cifras desorbitadas.

Por esa vía, los demás países se están quedando atrás, aunque Alemania ha ido poniendo las bases para un desarrollo riguroso y regular de su futuro aprovechando que allí no dirigen su fútbol tipejos como nuestro Villar hasta hace poco. Asimismo es llamativo el experimento del París SG, un club prácticamente apátrida que se ha convertido en punta de lanza del aprovechamiento deportivo del dinero del petróleo árabe. El resto son vacilaciones, pero cada vez parece más claro que otros sitios se van convirtiendo en estados-cantera para los británicos, como es el caso de Francia, Holanda, Portugal o Grecia.