La autoestima

Sé amable contigo mismo

Nuestra cultura ultracompetitiva nos empuja a estar por encima de la media para sentirnos bien, pero siempre hay alguien más brillante o más inteligente

Un grupo de mujeres realiza ejercicios físicos

Un grupo de mujeres realiza ejercicios físicos / MARC CASALS

CARLES SANS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Por esas coincidencias que a veces tiene la vida, en una sola semana he vivido dos conversaciones relacionadas con la frustración personal, a través de las experiencias de dos conocidos que tras un fracaso han vivido el revés de la frustración. El primero en el ámbito profesional, y el otro en el amoroso. Si no fuera porque tengo reciente en la memoria la lectura del libro escrito por  Kristin Neff Sé amable contigo mismo, cuya tesis ha ayudado a tantas personas que luchan diariamente por su autoestima, no me habría dado cuenta de que los dos casos son la consecuencia de que nuestra cultura ultracompetitiva nos empuja a estar por encima de la media para sentirnos bien con nosotros mismos; pero siempre hay alguien más atractivo, más brillante o más inteligente que nos pone en nuestro lugar, una realidad que no queremos ver.

El primer amigo esperaba ser recompensado con un logro profesional, según él muy importante para la empresa, y no ha sido así, al menos como esperaba. Frustración más enfado, igual a autoestima por los suelos. Un fracaso emocional ha hundido a mi segundo amigo, que a estas horas se siente el más desdichado de todos y se plantea no volver a tener relación alguna nunca jamás. Ambos ejemplos son motivados, según Neff, por un exceso de expectativas que, al no cumplirse, arrasa con nuestra autoestima. El antídoto, según la autora, es la compasión por uno mismo, no entendida como un sentimiento de pena sino de comprensión. Hay que ser con uno mismo tan comprensivo como podríamos serlo con alguien a quien ayudaríamos ante un momento difícil.

No suelo recomendar libros, pero este puede ser una lectura perfecta para estos días, habida cuenta de lo revelador y útil que puede resultar para aquellas personas con síndrome del pimpón –ahora me quiero, ahora no– según sus éxitos o sus fracasos. Y recuerden: viviremos mejor si no olvidamos que siempre hay alguien más atractivo, más inteligente o más brillante que uno mismo. Aceptarlo públicamente es un buen paso. 

TEMAS