Pequeño observatorio

El amable aprendiz de sol

JOSEP MARIA Espinàs

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Cuando escribo estas líneas –que se publicarán mientras yo pasaré unos días en Francia– no puedo saber si el lector se encontrará con un día soleado, un día nuboso o un día lluvioso. Quizá el sol ya se habrá instalado autoritariamente y quizá también hará el tipo de calor que se espera del mes de junio.

Sea como sea, hoy, andando por la ciudad, al girar por un chaflán me he dado cuenta de que había salido el«sol, solet»; una antigua tonadilla catalana que en aquel momento me ha parecido admirablemente exacta. Era un sol amable, que justificaba el diminutivo. No era el sol imperial del verano el que se me había posado en la mejilla. Era un discreto calorcillo. El sol como un aprendiz del futuro sol.

Le he agradecido su presencia, y que me acompañara por toda aquella acera de la calle. Porque los viejos, se ha dicho, necesitan siempre un poco de calorcillo. También han dicho que el envejecimiento es un proceso de enfriamiento. Si pienso en mi caso, creo que es así.

Aquel sol del chaflán no me lo esperaba, ha sido como un regalo. Y para no abandonarlo he seguido andando por la acera del sol y me he parado en un par de ocasiones, o tres, ante algunos escaparates que, lo confieso, exhibían objetos varios que, francamente, no me interesaban en absoluto. Pero cuando me detenía, parecía que elsol-soletperdía la timidez y se posaba con más fuerza sobre mi piel.

Era aquella especie de sol, constante pero nunca molesto, que resulta una compañía tan agradable cuando uno está sentado. Pienso que en el fondo el sol pide que te sientes. En las casas de campo hay aquel banco de piedra donde en la primavera y en otoño es una delicia tomar el sol. O en algún balcón de Barcelona. Yo vi, hace pocos días, a un hombre que había sacado a la pequeña terraza una silla y leía tranquilamente el periódico.

El invierno demasiado crudo y el verano demasiado caluroso son incómodos. Los sufrimos, a veces, como una bofetada.

Este sol de hoy, en cambio, tiene algo de masaje que es, al mismo tiempo, estimulante y relajante. Un aprendiz de sol. Hace que nos demos cuenta de que la sangre circula tranquila y nos invita a caminar un poco más despacio. Ya vendrá, un día, el sol agresivo y abrumador. Pongámosle, para compensar, un adjetivo elogioso: resplandeciente.

Qué le vamos a hacer, a mí me gusta el sol pequeño, el mar pequeño y la tierra pequeña.