La derecha en la era de Trump

La 'alt-right' y el supremacismo

Los sangrientos sucesos de agosto en Charlottesville pueden ser un inquietante aviso en EEUU

XAVIER CASALS

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La concentración supremacista de Charlottesville concentración supremacista de Charlottesville(Virginia, Estados Unidos) del 19 de agosto y sus secuelas han tenido hondas repercusiones. En ella falleció una contramanifestante antifascista embestida por el automóvil de un joven neonazi Donald Trump evitó condenar a los racistas Donald Trump por este acto y lo imputó por igual a los extremistas y sus oponentes. Un sondeo indicó que un 64% de sus votantes compartiría tal actitud, lo que plantea un tema importante: ¿se expande el supremacismo en EEUU? 

Al responder la cuestión es necesario tener en cuenta que el rótulo supremacismo designa un mosaico político que ha conocido cambios importantes a lo largo del tiempo. De este modo, en los años 20 el Ku Klux Klan (KKK) creció en las grandes urbes, engrosando sus filas con los blancos anglosajones y protestantes (los 'wasp'), inquietos por la competencia laboral de la población negra e inmigrante, y en 1925 sumó cinco millones de miembros. Pero en 1965 el fundador del Partido Nazi AmericanoGeorge Lincoln Rockwell, alteró este discurso. Ante el éxito de la consigna "Black power" del nacionalismo negro, optó por exaltar el "White power".

El movimiento combina mitos raciales autóctonos  y temores extendidos en varios países de la UE

Al hacerlo, acabó con el dogma nazi de que la «raza» superior era la de alemanes, escandinavos y anglosajones, pues ahora latinoamericanos, mediterráneos y europeos del Este también pertenecían a ella en pie de igualdad. Según el historiador Frederick J. Simonelli, Rockwell atrajo así "a aquellos a los que Hitler habría rechazado" y "cambió la fisonomía del racismo en América".

Legitimación teológica

A la vez, el supremacismo ha sido inseparable de una legitimación teológica que le aporta Identidad Cristiana. Esta conforma un movimiento heterogéneo que aglutina a grupos, organizaciones e iglesias. Sus orígenes remiten al Israelismo Británico, que se originó en el siglo XVII y se expandió en el XIX. Sostenía que los ingleses eran el pueblo escogido de Dios y que, por tanto, sus integrantes eran los verdaderos israelitas. Tales ideas se popularizaron en EEUU desde los años 20, exaltando aquí a los blancos anglosajones y protestantes como pueblo elegido. Este mesianismo se vincula a tesis que denuncian un complot antinacional. A sus ojos, regiría el Estado un Ejecutivo oculto, un pretendido Gobierno de Ocupación Sionista (designado como ZOG, su acrónimo en inglés). De ahí que de forma errática hayan actuado grupos terroristas contra este poder considerado ilegítimo, como La Orden o Hermandad Silenciosa en los años 80. 

En este panorama, la Alternative Right o 'alt-right' (derecha alternativa) ha comportado otra redefinición del supremacismo. Sus seguidores apoyaron a Trump en las urnas, galvanizados por Steve Bannon, asesor áulico del magnate durante la campaña electoral y luego efímero estratega jefe de la Casa Blanca. La 'alt-rigth' (término que acuñó el académico derechista Paul Gottfried en el 2008) tiene sus orígenes en los años 60 y ha emergido en un contexto marcado por el fin de la guerra fría y la globalización.

Tres rasgos comunes

Los análisis de tres expertos recogidos por el magacín político 'Salon' en junio destacan tres rasgos de la misma. Uno es la importancia de sus vínculos e intercambios ideológicos con la ultraderecha europea, pues la 'alt-right' combina mitos raciales autóctonos y temores extendidos en diversos países de la Unión Europea ante la inmigración o el islam. Otro es la aparición de nuevos liderazgos en la escena extremista –como el joven Matthew Heimbach (un promotor de la concentración de Charlottesville)– tras fallecer sus dirigentes históricos. El tercero es su relevancia. Según el politólogo Michael Barkun, con la 'alt-right' las ideas del nacionalismo blanco habrían superado la marginalidad y ganado una importante audiencia, hasta el punto de no descartar una posibilidad hasta poco inconcebible: "La potencial reaparición pública de una organización supremacista blanca", algo no visto desde el KKK de los años 20.

Los incidentes de Charlottesville, en definitiva, pueden ser una anécdota, pero también un inquietante aviso sobre el potencial auge de un supremacismo renovado y desacomplejado en la era de Trump