Adiós en Facebook

Algo peor que el algoritmo

Entre la montaña de corazones y caras tristes, algún desgraciado había escupido el icono de la cara muerta de risa

REUTERS / THIERRY ROGE

REUTERS / THIERRY ROGE / periodico

Juan Soto Ivars

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La madre del tipo al que no conozco había muerto y este colgó un texto precioso en Facebook. Colocaba recuerdos en el párrafo con la naturalidad con que se deja la manta encima del sofá cuando se ha hecho tarde. Aquello estaba escrito con melancolía y sin adornos, lo contrario que el obituario de un banquero que te puedes encontrar en la prensa cualquiera de estos días. Desprendía calidez hogareña, tristeza sincera.

Otros matarían a su madre a cambio de unos cuantos 'me gusta'. Retransmiten en directo las minucias de su vida y convierten cualquier inconveniencia en un drama de tamaño nacional, pero también pasa que, en la jaula de grillos, tropiezas con un auténtico pedazo de humanidad. En momentos así no sabes muy bien cómo responder. No quise dejarle un comentario, me daba vergüenza. Tampoco me animé a mandarle un privado. Pensé: cuando vuelva Andrea tengo que enseñarle el texto, le emocionará.

Cuando Andrea regresó y volví a entrar en Facebook, el algoritmo había escondido el texto. No recordaba el nombre del autor, así que me fue imposible recuperarlo. Tres días después, por sorpresa, el texto volvió a emerger en el pantano azul donde echamos nuestros desperdicios. Mientras el texto anduvo a la deriva había cosechado más de 3.000 reacciones. Curioseé en los comentarios. Mucha gente le mandaba abrazos y le decía que les había emocionado. Pensé que ojalá el tipo fuera suficientemente vanidoso para que estas palabras le animasen un poco el duelo. Una mujer le había puesto que su madre también murió el mes pasado y que las palabras del desconocido le habían ayudado mucho. 

Fue en ese momento cuando descubrí algo asqueroso. Entre la montaña de corazones y caras tristes, algún desgraciado había escupido el icono de la cara muerta de risa. Hay quien no se comporta ni en los velatorios. Decidí escribir este artículo contra la brutalidad de la red social en cuanto vi esa carita cínica y risueña. Pero entonces descubrí que el icono se me había escapado a mí. Durante tres días, todo el mundo pudo verlo.