Dos miradas

Aleteo CDR

Sin un guion político mayoritario que la sustente, la resistencia pacífica queda a merced de las manipulaciones interesadas

Los CDR cortan el tráfico en la N-340, en Alcanar, el pasado 27 de marzo, en protesta por la detención de Puigdemont.

Los CDR cortan el tráfico en la N-340, en Alcanar, el pasado 27 de marzo, en protesta por la detención de Puigdemont. / periodico

EMMA RIVEROLA

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El 'efecto mariposa'. Ya sabemos, una pequeña perturbación puede generar un efecto considerable al cabo de un tiempo. En un almacén dormitan 876 cajas azules con las cuatro millones de firmas que el PP recogió contra el Estatut. Ese fue el primer aleteo. Después, una conjunción de corrientes magnificó la turbulencia. La desafección entre Catalunya y el resto de España se hizo más y más profunda. La posición del PP, más enquistada. La indignación de la población creció por muchas y variadas razones, también por la crisis de la socialdemocracia. La independencia se convirtió en panacea. Y, después, llegó el desastre. El pulso final del 'procés' al Gobierno de Rajoy.

En este magma de impotencias, desaliento e indignación han surgido los CDR. Y no, no son la 'kale borroka'. No es justo condenarles por una hipótesis de lo que podrían llegar a ser. Pero los CDR contienen, ahora mismo, una contradicción irresoluble. Responden a un anhelo político para el que no existe un plan político definido. Los partidos independentistas se encuentran descolocados, desunidos y desarbolados. La mayor parte de su 'agit-prop' propone desacelerar. Solo los más excitados siguen empujando. Quizá temen perder su cuota de poder… o de pantalla. La resistencia pacífica forma parte de nuestra libertad, pero sin un guion político amplio y mayoritario que la sustente, queda a merced de las manipulaciones interesadas. Y así, el aleteo puede derivar en violencia.