Albert Rivera y el pacto inclusivo

El líder de Ciudadanos quiere ser el que encarna lo mejor de la Transición

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JOAQUIM COLL

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Por su convicción y empatía, Albert Rivera ha sido valorado como el mejor orador en el debate del Congreso. A Pedro Sánchez su intento de investidura le ha servido para fortalecerse dentro de su partido y ganar bastantes puntos ante la opinión pública como candidato a la presidencia del Gobierno. Pero es Rivera quien encarna la nueva situación política, quien verbaliza mejor que nadie la necesidad de romper la vieja política y superar el sectarismo. Su apuesta por el pacto con el PSOE ha sido valiente, arriesgando la parte de su electorado más escorado hacia posiciones conservadoras.

La torpe figura de Mariano Rajoy, que renunció a su turno y se encuentra completamente desnortado, le ha dado buenos argumentos. Pero el líder de Ciudadanos supo ir más lejos y lanzó un auténtico órdago entre las filas populares. Les pidió la cabeza de su presidente, incapacitado intrínsecamente para reformar España y limpiarla de corrupción, según Rivera. Sin Rajoy todo es posible, les vino a decir. Pese a los gritos de indignación en la bancada popular y el aparente cierre de filas, el efecto ha sido demoledor.

Sánchez ha fracasado de momento, pero los idus de marzo han liquidado el marianismo.

Si mañana hubiera elecciones Ciudadanos probablemente mejoraría mucho sus decepcionantes resultados del pasado 20-D. Ahora bien, dos meses más dan para mucho y hasta puede que en el PP al final le hagan caso. Sería lo más inteligente si no fuera por la arrogancia que caracteriza a los populares. Paradójicamente, los únicos que ahora mismo pueden mover el tablero político son ellos. Solo el PP puede asaltar la trinchera reformista en la que tan cómodamente se encuentran instalados PSOE y C's.

La única novedad que cabe esperar en las próximas semanas es la retirada de Rajoy. En su lugar, Soraya Sáez de Santamaría sería la favorita para intentar la investidura y jugar la carta de la renovación. Eso obligaría al partido naranja a tenderle la mano tras una dura negociación sobre la base de las 200 medidas de su pacto con el PSOE con el objeto de impulsar alguna fórmula de coalición, pequeña o grande.

La mejor garantía para que C's no quede marginado en un escenario así es que el acuerdo entre las otras dos fuerzas es imposible sin la mediación de un tercero. El futuro no está escrito, pero Rivera sabe perfectamente qué papel quiere interpretar. El del hombre que encarna lo mejor de nuestra Transición. Se lo volvió a reprochar el viernes a PP y Podemos cuando les dijo que «solo saben destruir». Si el PSOE tampoco aceptara un acuerdo sin Rajoy y dijera no a un programa calcado de su anterior pacto con Ciudadanos, Rivera iría a las elecciones del 26 de junio como el hombre que encarna la superación del sectarismo partidista. Como el único intérprete del pacto inclusivo que necesita España.