MEMORIA HISTÓRICA

Un agosto para recordar

La Maternidad de Elna y el Memorial de Rivesaltes son en el sur de Francia dos huellas de la tragedia republicana española

ilustracion de  leonard beard

ilustracion de leonard beard / periodico

PERE VILANOVA

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Curiosamente, este año, agosto transcurría amablemente, habíamos procurado  abordar las vacaciones estivales con ningún exceso de expectativa particular. El tiempo, a pocos kilómetros de la frontera francesa, había sido cordial, alternando calor con un par de tramuntanas amables y refrescantes. De tal manera que a mediados de mes nos pareció oportuno hacer una escapada al sur de Francia, como otros años, para una pausa reflexiva, y visitamos dos lugares emblemáticos pero poco conocidos ya, la Maternidad Suiza de Elna y el Memorial del Campo de Rivesaltes, muy cerca de Perpinyà. Pocos visitantes, mucho silencio, y momentos para la reflexión.

La Maternidad Suiza fue uno de los pocos milagros de los terribles años que acompañan la derrota de la República española desde febrero de 1939 y hasta 1944, cuando el centro tuvo que cerrar. Una tozuda ciudadana suiza, cuyo nombre debería ser patrimonio inmortal de la humanidad, Elisabeth Eidenbenz, decidió movilizarse para ayudar a niños y madres refugiadas españolas que llegaban en pésimas condiciones cruzando la frontera.

Amontonados en campos de concentración

Eran días terribles, en seis semanas de la famosa retirada, medio millón de personas se amontonaron en la zona. El destino de los hombres en edad de combatir, e incluso otros mucho mayores, fue quedar amontonados en los campos de concentración de Argelès, Saint Cyprien, Agde, Le Vernet, Gurs y, poco después, Rivesaltes. Su destino es bien conocido, aunque recientemente (una de las pésimas noticias de la segunda mitad de agosto) un genio de la historia afincado en Sabadell haya tratado a Antonio Machado moralmente a patadas. Una breve visita a la tumba del escritor en Colliure quizá le redimiría moralmente un poco de tan enciclopédica ignorancia. 

La labor de la Elisabeth Eidenbenz, con su apoyo a niños y madres españolas tras el final de la guerra, debería ser patrimonio inmortal de la humanidad

Pero el destino de mujeres de todas las edades, sus niños, sus recién nacidos y, sobre todo, el de las embarazadas eran una variante trágica todavía peor. Y bien, la señora Eidenbenz se plantó en Elna y gracias a su estatuto de ciudadana suiza y de la organización de socorro suizo a refugiados que lideraba, convenció a las autoridades francesas para que le dejaran abrir un pequeño centro médico para atenderlas. Visiten la Maternidad de Elna, las cifras son elocuentes, en cuatro años nacieron allí más de seiscientos bebés, las madres recibieron asistencia y también tuvieron cuidado y atención los niños que llegaban con ellas.

Y ese pintoresco universo sobrevivió no sólo al caos de la retirada de los republicanos y el hostil recibimiento que recibieron en Francia, sino también al infame régimen pronazi de Vichy, a la invasión alemana del sur de Francia. A todo. Elisabeth Eidenbenz decidió que todos los bebés que nacían de fugitivas judías fueran mezcladas con todos los demás y recibían el nombre de Antonio, para así protegerlos de las redadas nazis.

Las vivencias de los refugiados

Rivesaltes, por su parte, es el lado más negro de toda esta historia. Originalmente concebido como campamento militar antes de 1939, pronto se convirtió en un campo de concentración, y hoy lo más impresionante no es el campo en sí, sino el memorial que alberga y recoge todas las vivencias de los campos de refugiados que hubo en los alrededores.

Un señor se nos acercó, entablamos conversación, y nos presentó a su mujer, que fue abandonada cuando era un bebé de días a la puerta de una iglesia de Rodez. Nunca supo su nombre, ni su origen exacto, aunque una nota en sus pañales ponía que era española. Otro milagro.

Rivesaltes es el lado más negro de toda esta historia e impresiona el memorial que alberga las vivencias de los refugiados

Día de reflexión, pues, para volver por la noche a Port de la Selva y el bullicio de la costa, pensando que Elna y su heroína suiza nos redimía a todos un poco. La paz interior apenas duró, pues el día 16 varios periódicos se hacían eco de que en un hotel suizo de categoría, en la localidad de Arosa, la dirección había colgado un cartel en la puerta de la piscina que exigía a sus clientes judíos ducharse antes y después de bañarse, so pena de no permitirles el acceso a la misma. En agosto de 2017, en un hotel… ¡suizo!

El jueves 17 de agosto tuvimos la tragedia de Barcelona y Cambrils, y la vuelta a la normalidad más banal. La gente se manifestó el otro día en gran número, hizo lo que pudo, pero no pudo competir con la mediocridad de lo más gris y mediocre de la política, la emoción apenas nos sobrevoló, y ya estamos en el día después. Empieza septiembre, a todos los efectos.