Al contrataque

La agonía política

Mentir debe ser sinónimo de dimitir. Lo mejor que le podría pasar a Cristina Cifuentes, y de paso a cierto sector del PP, es no hacerse más daño

Cristina Cifuentes

Cristina Cifuentes / periodico

CRISTINA PARDO

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Prometo que hoy tenía intención de escribir sobre otra cosa, pero se ve que la mentira tiene algo adictivo. El culebrón de la trepidante vida universitaria de Cristina Cifuentes nos atrapa cada día con sus infinitos enredos. Estamos ante una política aún en ejercicio haciendo gala al mismo tiempo de su soberbia, su ignorancia y su falsedad. Cifuentes, carente hace días de toda credibilidad, ha enviado una carta a la Universidad Rey Juan Carlos renunciando a su máster.

La misiva viene a ser como una ensaimada rellena de trolas. Resulta chocante su sentido del humor, renunciando a algo que nunca existió. Su título era una bola. Cifuentes, entre otras cosas, culpa de todo el embrollo a la universidad, porque asegura que cumplió escrupulosamente con las condiciones establecidas. Vamos, que le pareció normal no pasar por allí ni para saludar y obtener a cambio un título sin ningún esfuerzo, más allá del pago de las tasas, solo por ser ella quien era.

La todavía presidenta de la Comunidad de Madrid pide disculpas "a cualquiera que haya podido sentirse agraviado", un mes después de que estallara el escándalo. Probablemente, se refiere a los alumnos que sí hicieron el máster mientras a ella se lo envolvían para llevar. Se olvida, sin embargo, de su agravio a los ciudadanos a los que representa, porque mintió y a día de hoy lo sigue haciendo. En lugar de contar desde el primer momento que la obtención del título había sido un tanto particular, Cifuentes optó por la huida hacia delante fabulando incluso sobre cómo había sido la exposición de sus trabajos.

Mentira flagrante y sostenida

Dice en la carta que le interesaba muchísimo el Derecho autonómico. Lo sabemos porque se apuntó, nada más. Cómo será la cosa cuando algo no le interese... Ahora, la mentira flagrante y sostenida en el tiempo le inhabilita para seguir. Su único patrimonio como cargo público, y más ella que ya no tiene ni máster, es la credibilidad. Y también decidió renunciar a eso. Y siendo tan delicada su situación, en nada beneficia al PP que María Dolores de Cospedal se convierta en la ministra de Defensa de Cifuentes, relativizando sus mentiras.

La falsedad en política no es buena compañera en ningún caso. Lo dicen públicamente ya en su propio partido los que no han caído en el error de su secretaria general. Mentir debe ser sinónimo de dimitir. Lo mejor que le podría pasar a Cifuentes, y de paso a cierto sector del PP, es no hacerse más daño. Porque este asunto, que nació pequeño, lo agigantan ellos. Las agonías políticas, que tanto le gustan a Rajoy, provocan una auténtica sangría de votos. Ella milita desde la edad del pavo. Lleva años dando lecciones y pidiendo dimisiones ajenas. Ya debería saberlo.