Te admiro, María Ángeles
Nos ayudas a que no nos arruguemos ante el poder pétreo y frío que va poniéndonos trampas por todas partes. Tenemos razón y le podemos ganar
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
SÍLVIA CÓPPULO
María Ángeles es una heroína. Es el eslabón más débil y dolorido, que ha conseguido tumbar al gigante administrativo y legalista, impersonal e inhumano a menudo denominado Seguridad Social. Desde hace dos años, María Ángeles lucha contra el dolor insoportable de haber perdido a su pareja en la catástrofe aérea de Germanwings. Ha pedido una excedencia en el trabajo para cuidar a su hija de 10 años, huérfana de padre de golpe, cuando el piloto Andreas Lubitz estrelló el avión donde viajaban 150 personas contra los Alpes franceses.
Ella y su compañero constituían una pareja de hecho; la niña es de los dos, pagaban la hipoteca del piso, la luz, el agua y el gas a medias, pero no se inscribieron en ninguna parte como pareja de hecho. No era necesario. El Derecho civil catalán reconocía al cabo de dos años de convivencia los derechos sociales y civiles de las parejas de hecho. Hasta que un día del 2014, el Tribunal Constitucional cambió la norma para conseguir aquello que tanto les gusta, que es «unificar» la legislación en todo el Estado. Pasaba a ser requisito obligatorio estar inscrito en un registro oficial o haber ido al notario dos años antes de la defunción para tener derecho a cobrar unas pensiones de viudedad, más que exiguas. En Catalunya, el registro abrió hace dos meses. Era un imposible haberse inscrito en vida de su pareja, el registro no existía.
La sentencia no crea jurisprudencia, porque no ha llegado al Supremo, pero se trata de un precedente importante. Haría bien la Seguridad Social de no recurrirla. Quizá entonces podríamos creernos que alguna vez alguien del aparato administrativo es persona y entiende que trata con personas. La sensibilidad y la humanidad son imprescindibles para ofrecer un buen servicio. ¿O no lo llamamos Estado del bienestar?
Con la mano en el corazón, María Ángeles, te admiro, porque logras que en las horas más tristes que la vida pueda depararnos, te tengamos presente y no nos arruguemos ante el poder pétreo y frío que va poniéndonos trampas por todas partes. Tenemos razón y le podemos ganar.
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