Siete x siete

Adiós jornada intensiva

NAJAT El Hachmi

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Los finales de curso siempre son un poco tristes. Aunque no se den cambios significativos, un malestar que anticipa la nostalgia sobrevuela siempre las aulas. No volveremos a hacer el mismo curso y, si repetimos, no tendremos ni a los mismos compañeros ni a los mismos maestros. Son muchas horas juntos que de sopetón se truncan. Por eso hay más nervios, estallan repentinamente los gritos que funcionan de válvula de escape de las emociones. Sumado al buen tiempo y a la eufórica perspectiva de las vacaciones, estos días suelen llenar el estómago de indefinidos cosquilleos. El fin de la monótona cotidianidad. Eso que tanto asusta al hablar de pareja o de vida laboral, la rutina, es una necesidad vital a según qué edades, y ser conscientes de que se termina el marco de referencia hecho de horarios y normas claras resulta a la vez liberador y aterrador.

Tal vez para hacer de puente entre la organización definida de los horarios del curso y el barullo absoluto de los eternos veranos había hasta ahora algo llamado jornada intensiva. Un elemento de nuestras vidas que parecía inamovible: todos esperábamos al 1 de junio para permitirnos el lujo de gastar las tardes no lectivas viendo series de televisión que nos habíamos perdido el resto del año o para estrenar las aguas cloradas de la piscina municipal. Horas de tanto calor que difícilmente habrían sido aprovechables. Esto se acaba hoy. A partir del próximo año ya no habrá este impasse y nuestros hijos seguirán asistiendo a clase hasta las cinco. Sé que la mayoría de padres están muy contentos con estos cambios, con la sexta hora y con la prolongación del curso, y con que se empiece antes en septiembre. Sé que será mucho más práctico para compaginar trabajo y familia, pero quizá las mejoras dentro del sistema educativo no deberían ir encaminadas a facilitarnos la vida a los padres, sino a hacer más rentable el tiempo que los hijos pasan en un centro. Los termómetros de algunas escuelas a las tres del mediodía llegan a sobrepasar los 39 grados, lo que hace prever que la extensión de la jornada será del todo inútil. Qué lástima, una vez más, que esto no sea Finlandia.