AL CONTRATAQUE

Adictos a la informática

Esto no ha hecho más que empezar. En veinte años se hablará de hoy como de la prehistoria informática

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XAVIER SARDÀ

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Es sábado. Pasan las horas. Nunca antes había cambiado tantas veces mi artículo en función de las negociaciones CUP-JxSí y todo eso. Al final  he decidido hablar de otro tema porque claro, tal como ha ido todo, a saber cómo acaba la noche, y uno ya tiene una cierta edad para sustos. 

Me he preguntado cómo sabe uno si es adicto a las redes sociales. Es una pregunta cada vez mas frecuente y la respuesta es sencillísima.Si alguien se lo pregunta, es que sí. Vamos, aquí y en Roma. De todas formas no hay que dramatizar. Ser o no adicto no es la cuestión. El tema neurálgico es para qué sirve ser adicto ¿Somos adictos creativos, parásitos, profesionales, apáticos, recreativos, perezosos diligentes, indolentes o emprendedores?

De nada valen los tests de "tu primera acción al despertar es buscar el smartphone" o "una cita romántica no puede ser tal hasta que no hayas publicado en tu Facebook tu estado anímico en forma de emoticono con una gran sonrisa…". Nada, que somos adictos y en paz. Insisto, el tema es qué partido le sacamos a esa adicción.

¿Por qué a un gran lector empedernido no lo consideramos un adicto? ¿Por qué está tan bien visto que un deportista entrene siete horas al día? ¿No es adicto el que da la vuelta al mundo en velero durante meses? Pues el mismo trato debe recibir el que navega por las redes. Lo importante es si lo que lee el lector son folletos cutres o literatura de nivel, lo importante es si el deportista desarrolla una pasión vital óptima y es básico saber si el que da la vuelta en mundo a vela experimenta realmente una noción existencial en términos casi planetarios. Esa es la madre del cordero.

Exhibicionistas e iletrados

¿Qué decir del márketing personal y las herramientas que nos permiten modelar productos para los escaparates de la red? ¿Qué decir de la vertiginosa sucesión de microgeneraciones? Nunca antes la sucesión de novedades fue tan rápida, del Nokia 3210 al smartphone a los que nacen con la pantalla táctil pegada a la mano.

¿Cuánta gente estudia carreras on line? Brutal. Sí, ya han escrito lógicamente sobre la wikialidad, el vértigo facebook, las heterografías o el exhibicionismo virtual (Lucia Taboada). Pero ¿no había antes nuevos ricos obsesionados por vender la mejor imagen de cada uno de ellos? ¿No había chicas colgadas al teléfono mientras se hacían las uñas? ¿No había antes exhibicionistas ni iletrados? La obsesión por el qué dirán es más antigua que la tiña y nos hemos instalado en la civilización visual con costumbres y tics similares a los de toda la vida. Esto no ha hecho más que empezar. En veinte años se hablará de hoy como de la prehistoria informática.

Quizá es peor: las redes son adictas a nosotros.