El turno

Acotar la feminidad

NAJAT EL HACHMI

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Una señora que se dedica a escribir en varios medios con público básicamente femenino me comenta uno de los libros de más éxito del último año y acaba diciendo: «Pero al final no deja de ser una novela para mujeres». Le hago la pregunta retórica de si lo cree realmente y dice que sí con un tono que me confirma su opinión no expresada: que sea para mujeres no es ningún elogio. Todo lo contrario, un auténtico defecto de fabricación: sí, sí, parece que diga, muy buena trama, muy buen desarrollo, engancha desde el principio, te abre la puerta a mundos desconocidos, te hace pasar un buen rato, ha vendido miles de ejemplares y no hay quien la saque de las listas de los más vendidos, pero, ay, es una novela para mujeres.

No es la primera vez que me llegan opiniones de este tipo, explícitas o no, pero aún me sorprenden. Escribo desde hace mucho tiempo y nunca, en ningún momento, me ha pasado por la cabeza que lo que hago pueda ser consideradode mujeres opara mujeres. Evidentemente, escribo siendo mujer, dado que me costaría mucho hacerlo en condición de sapo, pero no lo he visto nunca como un inconveniente. Quizá porque crecí en un lugar donde las cosas, por tradición, eran completamente al revés de lo que ha sido aquí: las propietarias, transmisoras y creadoras de la tradición literaria eran las mujeres y los hombres debían conformarse con explicar chistes. Y no crean que los relatos eran sentimentales y sin contenido, melifluos o banales, todo lo contrario: después de años de hacer de lectora compulsiva, aún no he visto que algún texto escrito supere la dureza de los cuentos que nos contaban a oscuras de niños. Si quieren una muestra, solo tienen que buscar losCuentos populares del Rif, recogidos porZoubida Boughaba Maleem.Eso sí, deben leerlos por la noche, y si es posible con poca luz, no fuera que les salieran los hijos calvos, tal como dice la superstición. La ficción, siempre a oscuras.