ANÁLISIS

¿Acertará esta vez Mas?

Ante el incierto panorama político, la renuncia de su presidente puede hacer que el PDECat quede a resguardo

ASTRID BARRIO

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Artur Mas ha renunciado a la presidencia del PDECat, el partido heredero de CDC. El expresidente abandona la primera línea dejando tras de sí una dilatada trayectoria política plagada de luces y sombras. Mas inició su carrera política en 1987 como concejal del Ayuntamiento de Barcelona y en 1995 fue elegido diputado al Parlament de Catalunya y nombrado conseller de Política Territorial i Obras Públiquess. En 1997 pasó a ocupar la cartera de Economia i Finances desde la que fue elevado a conseller en cap en enero del 2001 quedando así  investido sucesor de Jordi Pujol y ganando la partida a Josep Antoni Duran Lleida que también se había postulado.

A partir de entonces se convirtió en el candidato de CiU a la presidencia de la Generalitat y ganó todas las elecciones a las que se presentó, aunque la condición de presidente se le resistió hasta el 2010 porque en 2003 y 2006 fue relegado al papel de jefe de la oposición por el Gobierno tripartito. Ya en las elecciones del 2006 consiguió frenar el lento pero constante retroceso que CiU había iniciado en 1992 y en el 2010 volvió a situar a la federación nacionalista cerca de la mayoría absoluta.

En plena crisis quiso hacer un Ejecutivo business friendly  Pero acabó aplicando los peores recortes de la historia en Catalunya y abrazando el soberanismo hasta el punto de que, tras la multitudinaria manifestación del 11 de septiembre del 2012 y tras negativa de Rajoy al pacto fiscal, acabó disolviendo anticipadamente el Parlament con el objetivo de reforzar su ventaja y perdió  12 diputados. Y desde entonces todo fue una huida hacia adelante pensando que su partido sería más competitivo. 

Causas judiciales

Un acuerdo de legislatura con ERC implicaba la celebración de una consulta de autodeterminación, devaluada a proceso participativo y que le ha costado la inhabilitación por desobediencia y que el Tribunal de Cuentas le reclame parte de los 5,2 millones de euros que originó. Unos coqueteos con la CUP que no evitaron que tras el 27-S le enviasen a la papelera de la historia. A lo que hay que añadir una gestión de CDC, el partido del que fue secretario general desde el año 2000, que puede quedar en entredicho con el fallo del caso Palau. 

A pesar de su fama de buen gestor, estos episodios también le han labrado la fama de ser un pésimo estratega. Su nuevo «paso al lado», dice, es para no lastrar a Junts per Catalunya que aspira a convertirse en el nuevo pal de paller y también para estar en mejores condiciones para afrontar sus causas judiciales.

Pero hay que tener en cuenta, más allá de las implicaciones del caso Palau que a nadie se le escapan, que este lunes mismo Mas reconocía que el independentismo no era lo suficientemente fuerte como para imponer nada y pedía una legislatura larga, algo que ni Puigdemont ni Junts per Catalunya, cuyos destinos están irremediablemente unidos, pueden garantizar. Siendo así, y ante el incierto panorama político, con su renuncia lo que puede quedar a resguardo y limpio es el PDECat. ¿Esta vez acertará?