Al contrataque
Acabaremos perdiendo la cabeza
Hemos sabido que el cirujano chino Ren Xiaoping y su colega italiano Sergio Canavero se preparan para practicar en China el primer trasplante de cabeza del mundo. Repito: trasplante de cabeza
Xavier Sardà
Periodista
Es licenciado en Ciencias de la Información, con una amplia trayectoria en radio y televisión. Su actividad se centra actualmente en tertulias de carácter político.
XAVIER SARDÀ
Paciencia hasta el lunes. A otra cosa. Hemos sabido que el cirujano chino Ren Xiaoping y su colega italiano Sergio Canavero se preparan para practicar en China el primer trasplante de cabeza del mundo. Repito: trasplante de cabeza. Se ve que ya lo han practicado con perros y con cadáveres humanos. Por separado, imagino. Muchos médicos dicen que no será viable y algunos dicen, además, que no es éticamente aceptable. Son cosas distintas. La ciencia avanza como un torrente y la moral lenta como un glaciar.
Canavero adelantó el otro día en Radio Nacional de China, que el trasplante puede costar unos 100 millones de dólares. La operación puede durar 24 horas e involucraría a varias decenas de cirujanos. La operación es de órdago. Se entra con una cabeza y se sale con otra. Vamos que le queda a uno el cuerpo de antes, pero con otra cabeza. ¿Habrá dantesco tráfico de cabezas? ¿Le puede tocar a un hombre una cabeza de mujer o viceversa? ¿Puede que a un anciano le encasqueten una cabeza veinteañera? ¿Aceptaría según quién mi cabeza? ¿Morir o cabeza de Trump? ¿Cómo quién pensará la persona, como el receptor o como el donante muerto? ¿Se podrá parpadear? ¿Una misma cabeza se podrá trasplantar, una vez usada, a otras personas?
Frankenstein y el jinete sin cabeza montado en su caballo negro y llevando su cabeza bajo el brazo derecho nos sitúan ante el tema del descabezamiento radical. Inquietante. Ya sabemos que Ridley Scott ha decidido eliminar a Kevin Spacey de su próxima película All the money in the world y sustituirlo por Christopher Plummer. Cambio de cabeza. Kevin el acosador, sustituido por el venerable Christopher. ¿Qué pasará cuando cambiar una cabeza sea tan fácil como trasplantar un riñón? A lo mejor en los contratos de Hollywood se firmará que te pueden cambiar la cabeza si no te portas bien.
Confusiones frecuentes
¿Y si dos personas quieren intercambiarse la cabeza para variar? ¿Imagino una pareja de multimillonarios intercambiándose testas entre ellos cada tantos años? Para compenetrarse, vamos. Luego está que cada uno de nosotros podremos ser donantes al fallecer. Seguramente observaremos nuestra cabeza de forma distinta por el mero hecho de que algún día otro pudiese llevarla sobre los hombros: «Lleva la cabeza de fulano, pero la tenía muy mal mantenida y sin exfoliar». Las confusiones serán frecuentes: «Hola tieta Antonia… no perdón que falleció».
Existirán bancos de cabezas para políticos. Donantes ilustres solo para la clase política. Imaginemos a Rajoy con la cabeza de Rita Barberá, a Mao Tse Tung con el cuerpo de Puigdemont, o a Iceta con la cabecita de Gandhi. Imaginemos el menudo y grácil cuerpecillo de Marta Rovira aguantando (sombrero y puro incluido) la cabezota de Churchill… Menuda prosodia.
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