Las reformas pendientes de la enseñanza superior
Abrir las universidades al mundo
Existe una gran resistencia interna a aplicar métodos internacionales que han demostrado eficacia
Irene Boada
Periodista y filóloga
IRENE BOADA
El influyenteFinancial Times, vendido en más de 140 países, ha dicho que esta España «que se las promete muy felices», que ha malgastado tanto tiempo y dinero durante los años de bonanza, necesita unas cuantas reformas profundas. Sin duda, una de las urgentes debería ser la universitaria. La mayoría de las universidades españolas y catalanas se han quedado estancadas en el pasado, obsesionadas con la tradición y poco conscientes de lo que ocurre fuera. Pero será difícil que los cambios se produzcan desde dentro, como ha señaladoRamon J. Moles,puesto que los directivos universitarios tienen muchos intereses para seguir como están y poca motivación para cambiar. Muchos no saben ni inglés.
'Rankings' internacionales de prestigio como elShangai Jaio Tongy elTimes Higher Education Supplement nos recuerdan, año tras año, que las universidades españolas disfrutan de poco prestigio. El hecho de no aparecer entre las 100 mejores y a duras penas en las 200 mejores nos da mala imagen. Pero son demasiados los que aquí todavía reaccionan con desconfianza, algo que responde más a la España soñadora a la que se refiere elFTque a otra cosa. Los asiáticos, conscientes de la importancia de la investigación, hacen un esfuerzo gigantesco y ya han conseguido situar tres universidades entre las 100 mejores. Otro indicador en el que queda patente nuestro escaso protagonismo en excelencia internacional es el bajo número de premios Nobel que hemos conseguido. EEUU tiene 320.
La Generalitat intenta lograr un acuerdo con los rectores catalanes para presionar a Madrid a favor de esta reforma. Algunos de ellos han reconocido que existe poca agilidad para hacer cambios. Pero no deja de sorprender la frialdad con que lo ven algunos de sus protagonistas, que dicen no querer copiar sistemas de otros países. Así se ha expresado el rector de la UB,Dídac Ramírez,contrario a sistemas importados «sin tener en cuenta la tradición cultural catalana y española». En líneas parecidas lo ha hecho el rector de Lleida,Joan Viñas,que no quiere que se les «presione con reformas desde fuera que no tengan en cuenta la cultura y la idiosincrasia propias». ¿Por qué esta resistencia a admitir que tenemos un problema? Y, ¿qué es tan fantástico de nuestra tradición si los resultados en un contexto internacional son insatisfactorios? Más nos valdría inspirarnos en los países emergentes que rápidamente corrigen lo que no funciona. ¿Hasta cuándo tenemos que seguir utilizando tecnología que no hemos diseñado o usando vacunas elaboradas en otros lugares? A pesar de que es precisamente en medicina donde empezamos a destacar.
No podemos seguir viviendo del pasado. Nuestras universidades tienen que mejorar la calidad de la investigación y la enseñanza, y para lograrlo hay que evaluar sistemáticamente a cada profesor, cada asignatura, cada grado y hacer públicos los resultados, si es necesario. El profesorado que no saque buenas notas o que no publique, puede ser desplazado a tareas administrativas. En nuestras universidades hay catedráticos que no publican desde hace años y siguen contratando a sus amigos y conocidos en lugar de dar trabajo a la mejor gente. Las oposiciones han quedado caducas. Están basadas en la endogamia y discriminan a los candidatos internacionales o con formación internacional. Además de la grave falta que supone discriminar a candidatos por su origen, nuestras universidades necesitan mucho más profesorado y alumnado internacionales. Los sindicatos dicen no querer universidades «que funcionen como empresas». En cambio, no se han quejado, durante décadas, de la discriminación en la contratación o de la carencia de resultados que tanto nos ha perjudicado.
Hemos tenido éxitos. El programa Erasmus ha generado una transformación cultural en Europa, con más de dos millones de estudiantes que han desarrollado una parte de su formación en el exterior. El programa ICREA ha sido una buena inyección en investigación, Bolonia empieza a modernizar el sistema, tenemos las mejores escuelas de negocios y grandes sabios internacionales comoJoan MassaguéoManuel Castellsque pueden inspirarnos. Posiblemente, en el futuro, estudiar será más caro y habrá menos graduados, pero si los títulos son equiparables a los mejores se pueden encontrar nuevas formas de financiación.
El GoVERN podría disponer de un sistema de préstamos para los estudiantes a bajo coste y siempre se podrían prolongar los periodos de estudio. El secretario de Universitats,Antoni Castellà,quiere fijar un sistema de financiación universitaria de recursos en función de los objetivos logrados. Somos todos nosotros quienes financiamos las universidades y nuestro futuro depende de tener buenos profesionales, que puedan entrar y salir de nuestras fronteras y competir en todas partes. Nuestro capital humano es de primera y merece una formación al más alto nivel. El esfuerzo para conseguir universidades de elite tendría que ser imparable. Periodista y filóloga.
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