Pequeño observatorio

A veces me habla un amigo llamado silencio

He tenido varias vocaciones, pero nunca la de solitario, confieso me gusta tener gente no muy lejos

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Josep Maria Espinàs

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Pido a los lectores que no interpreten este artículo como una manifestación enmascarada de vanidad. De ninguna manera. Simplemente, intentaré que el lector pueda hacerse cargo de lo que me pasa algunos días. Más de los que quisiera.

Me he despertado, me he levantado, he desayunado, he echado un vistazo a los titulares de los periódicos. Y he ido a mi pequeño despachito para escribir un artículo para este diario. Y habitualmente lo haré con una serie de tropiezos.

No hablo de mis dudas en la elección de un adjetivo, la comprobación de que la frase que se me ha ocurrido no la he expresado ya pocas líneas antes. Todo esto son problemas personales, problemas y dudas propias de un escritor.

Lo que me pasa es la aparición de interrupciones que no son previsibles. Alguien llama a la puerta del piso. Mi modesto escritorio está muy cerca de aquella puerta. Es como si llamaran a dos palmos de mi Olivetti.

Recojo, ahora, algunas interrupciones vividas. El cartero ha llamado y quiere que le firme la recepción del paquete. Es razonable. Me llama un amigo para recordarme que mañana tenemos que comer juntos. Que le confirme si la cita se mantiene. Intento continuar escribiendo.

Había escrito ocho rayas del artículo y me parecía que se encauzaban bien cuando oigo gritos en la escalera de casa. ¿Pasa algo grave? No, es un vecino que tiene una discusión con Correos. He hecho unas cuantas rayas más y escucho una voz rotunda de protesta de no sé quién y no sé qué.

La gente de la casa es amable y no tiene ninguna culpa de mi problema. Supongo -y espero- que a mis vecinos más cercanos no les llegue mi tecleo. Procuro no teclear después de las once de la noche. Si no quiero que se me olvide lo que estoy pensando, paso al viejo oficio de escribir a mano. Ya lo teclearé mañana.

Por otra parte, lo confieso, me gusta tener gente no muy lejos. He tenido varias vocaciones, pero nunca la de solitario.

Puedo decir que el silencio siempre me dice algo.